Antes de comenzar la gran final, en la sala se retransmitía la emisión en directo de RTVE. Y lo primero que vio el público fueron las manifestaciones a las puertas de Malmö Arena. La participación de Israel ha convertido este festival en uno de las más agitados de las últimas décadas. En el cine el conflicto no ha pasado desapercibido y justo al principio, cuando presentaban a la cantante israelí Eden Golan y su tema Hurricane, muchos han empezado a silbar y se ha escuchado algún: «¡Fuera!». «Creo que es un tema heavy, y para reflexionar, porque no se ha seguido el mismo criterio que con Rusia. Ahora bien, los artistas que representan a Israel son personas, y no merecen ni la mitad de insultos que han recibido», opinaba el eurofan Sergi Bauzà, que lleva tres años yendo al cine para disfrutar del festival. «Vendré siempre que pueda, porque con el ambiente y la gente es mucho mejor que verlo en casa», concluía.
Más allá de la polémica, el ambiente estuvo muy animado en la sala. Familias, parejas y grupos de amigos de todas las edades formaban un público heterogéneo. «Seguir Eurovisión es una tradición, tengo 23 y lo veo desde los siete años. Zorra me gusta, pero entiendo que no le pase a todo el mundo. Y el resultado nos da un poco igual. Aquí hay un poco de tongo y de política. Venimos a disfrutar de la música», expresaba Laura Jiménez, acompañada por tres amigos. Ahora bien, Eurovisión no tiene edad. «Venimos por él, que conste. Es súper fan; lo vemos todo, desde el Benidorm Fest hasta la final», comentaba Teresa Bennàsar en referencia a su hijo Marc Camuñas, de doce años. «Es el segundo año que lo vemos en el cine, porque el sonido es muy bueno. Creo que ganará Suiza, Nemo con The Code, y la española me gusta regular», predecía este joven eurofan.
Los presentes estallaron de emoción cuando comenzó a sonar la propuesta sueca Unforgettable, de los gemelos Marcus y Martinus, que siguieron dando palmas, como ocurrió con la canción ucraniana Teresa & Maria, de Alyona Alyona y Jerry Jail. Les siguió Always on The Run, del alemán Isaak. Y la propuesta de Luxemburgo, país que llevaba 31 años sin participar en el festival y volvió a hacerlo con Fighter, interpretada por la joven Tali, fue muy apladudia por el público. Se escucharon algunas quejas cuando se recordó que el candidato de Países Bajos, Joost Klein y su Europapa, habían sido expulsados horas antes de la final por un supuesto enfrentamiento con un fotógrafo del festival, según reveló la Unión Europeo de Radiodifusión.
Gritos de «¡Genocidio!» y esconder los palos luminosos fue la reacción en la sala cuando llegó de la canción de Israel. Aunque el público se mantuvieron en silencio durante la actuación, al acabar volvieron a sonar fuertes abucheos. Pero esta vez se detuvieron con rapidez, y se convirtieron en gritos de alegría al anunciarse que, tras la interpretación la lituana Lut lek por parte de Silvester Belt, Nebulossa era el siguiente. Finalmente llegó el momento más esperado, más allá del recuento de votos: la sala se convirtió en una ola a presión cuando Mery Bas saltó al escenario. Los presentes ondeaban las banderas y los bastones luminosos; se ponían en pie y bailaban como si estuviesen en el propio estadio sueco, y demostraban conocerse la canción de memoria cuando cantaban a pleno pulmón superado el estribillo.
Acabada la actuación de los españoles, el ambiente estaba algo más tranquilo. La suerte ya estaba echada y solo restaba disfrutar del espectáculo. Incluso hubo quién se atrevió a gritar: «¡Ganadora!» al llegar el momento de la diabólica canción irlandesa Doomsday Moon, de Bambie Thud, cuya escenografía y dirección artística corre a cargo del ilicitano Sergio Jaén.
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