Anna Vicen y la entrevistada Maria Torras son Siamiss DJ.

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Acompáñenme en un viaje mental a aquella Barcelona canalla de desbordado énfasis creativo, de finales de los años 90. Fue una época muy fértil a nivel musical: rock alternativo, britpop y la explosión de la electrónica hacían vibrar a esta urbe cosmopolita, imán de tendencias, con proyectos impulsados desde la ilusión y la originalidad. Veinticinco años después, los ecos reverberados de aquellas noches antológicas aun resuenan en mi cabeza.

Siamiss DJ, alias de Maria Torras y Anna Vicen, amenizaron aquellas madrugadas mágicas. Hoy son orgullosas mamás con una honorable misión: hacer bailar a los más pequeños, impartiendo una rica lección de cultura enfocada en las grandes luminarias de la historia musical, de Elvis a Chemical Brothers. Su proyecto We can be superheroes! se engloba en el TribuFest, el festival familiar que tendrá lugar el 1 de junio en el Parc Municipal Sa Torre de Felanitx.

¿Qué os empujó a meteros en una cabina en aquel contexto de finales de los 90 dominado por hombres?
—La casualidad, ninguna nos lo habíamos planteado. Trabajábamos de camareras en un bar y un día medio en broma nos dio por hacer el burro en la cabina, aquello gustó y en un mes éramos residentes en la sala Razzmatazz.

¿Qué mensaje pretende difundir ‘We can be superheroes!'?
—El espectáculo lo creamos tras ser madres, pensando en el show al que nos gustaría llevar a nuestros hijos, y recorre la historia del rock desde Elvis hasta Chemical Brothers.

¿Qué artistas forman la columna vertebral del espectáculo?
—The Beatles, Ramones, Elvis, Donna Summer, Aretha Franklin, Madonna… Nos gustaría pinchar más mujeres, pero somos conscientes de que en la historia musical hay menos de las que nos gustaría.

¿Es un ‘show' cerrado o hay espacio para la improvisación?
—El show está configurado para no perder la atención de los niños, al improvisar podrías perderla y hay que tenerlos ‘pillados'.

¿Qué estilos musicales atraen más la curiosidad de los niños?
—A ellos les da los mismo, obviamente ahora les tira mucho el reguetón, pero es un estilo que no ponemos porque no nos gusta, somos mujeres y resulta ofensivo, y además ya está en todas partes.

¿Cómo reaccionan los niños con vuestras sesiones? ¿O se lo pasan mejor los padres?
—Les encanta subir y darlo todo, no hay día que no te rías de sus ocurrencias, tienen mucha energía y gracia.

¿Qué es lo que te da más energía en la cabina?
—La gente. Ves cómo se lo pasan y te transmite la sensación de que estás viviendo unas emociones que no experimentarías con otra profesión.

¿Cuál es tu mayor talento tras los platos?
—Siempre nos han dicho que somos muy eclécticas. Ya lo éramos en Razzmatazz pinchando desde música de los 50' hasta electrónica con mucho morro, pero siempre pensando en el público. El DJ que solo mira los platos y se olvida de la gente no lo hace bien.

¿Qué banda nunca sonará en vuestras sesiones?
—Nada de reguetón, es una música muy simple. Durante una época lo intenté pero me sentía sucia (risas).

¿En qué lado de la cabina resulta más terapéutica una sesión?
—Lo ideal es que sea en los dos extremos. Pero si debe ser en uno solo, prefiero que sea en el lado de la gente.

¿Las nuevas generaciones tienen un pensamiento musical más angular?
—No lo sé. Antes escuchábamos muchos estilos. Y había esa cosa de que si te gustaban The Smiths mirabas hacia atrás y encontrabas a Bowie, había cultura musical. Éramos una familia unida por la música, eso no lo veo ahora.

¿Cómo cambia la forma de vivir una sesión desde el desenfreno nocturno a la visión pedagógica y diurna con niños?
—Es otra cosa y te llena de forma diferente. Me gusta pensar que estamos haciendo un bien a la sociedad (risas). Solo porque los niños sepan que los Ramones no son una marca de ropa ya habrá valido la pena.