En la imagen, Mercedes Argüello, de profesión, visitadora de gatos a domicilio. | M. À. Cañellas

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«Soy una gata escondida en el cuerpo de una humana», apunta con sorna Mercedes Argüello. No, no está loca, aunque la llamen cariñosamente ‘la loca de los gatos’. Ha convertido su pasión, los felinos, en su oficio. Trabaja como catsitter, o lo que es lo mismo, es una cuidadora de gatos, bajo el nombre de Merlina. En realidad «soy una visitadora», como le gusta recalcar. Comenzó a ejercer este oficio de catsitting antes de la pandemia, pero la crisis de coronavirus terminó paralizando las visitas. Ahora le llueven las peticiones, la época navideña y el estío son su temporada alta de trabajo. Las redes sociales, como instagram, su principal caladero de clientes. Solo este año ha atendido a 55 gatos mientras sus tutores estaban de viaje o pasaban mucho tiempo fuera de casa por guardias u otros motivos laborales.

«La gente no se da cuenta, pero un gato es aún más sensible que un perro, aunque lo exterioriza de una forma diferente. Los felinos lo pasan muy mal cuando sus tutores se ausentan. Piense que estos animales son muy rutinarios, los cambios los trastocan. Cuando uno se va de viaje, pasa más tiempo del habitual fuera del hogar, incorpora un nuevo miembro a la familia o introduce otro animal, hay que estar muy atento a los cambios que experimenta el gato. Están ahí, aunque puedan pasar desapercibidos», relata Mercedes, al tiempo que explica que su trabajo como cuidadora comienza antes de que empiece a acudir a las casas.

«Normalmente realizo dos visitas gratuitas si es un cliente nuevo, antes de que los tutores se vayan de viaje. Es muy importante que los felinos me conozcan y me huelan. Estoy invadiendo su espacio, si uno se acerca a un gato, pueden sentir que es una agresión», especifica Argüello. Mercedes pacta con los tutores de los animales que tiene a su cargo una hora de visita diaria, más tiempo si hace falta, y dedica este espacio de tiempo a darles de comer, limpiar los comederos, ponerles medicación si hace falta, jugar con ellos y estar atenta a cualquier problema que pueda surgir. También envía fotos y vídeos a las familias para que vean todo va bien.

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Argüello prepara la medicación para uno de los gatos que está a su cuidado.

Por ejemplo, recuerda que fue un auténtico quebradero de cabeza cuando se ocupó de dos gatos veteranos: «Uno echaba tanto de menos a su familia que se pasó tres días sin comer. Me vi obligada a llamar a la veterinaria para decidir qué hacíamos». ¿Cuál es el secreto para dedicarse a este negocio? Mercedes Argüello lo tiene claro: «Tener empatía y saber leer a los gatos».

El apunte

Una década dedicada al bienestar animal

Mercedes Argüello es uno de los rostros más conocidos del barrio de Canamunt, en Palma. Lleva una década encargándose de la colonia felina de la barriada, la primera que fue aprobada por el Consistorio palmesano, un trabajo que heredó de su madre, ya fallecida, y que durante 25 años se empeñó en proteger a los gatos callejeros de la zona, cuando el bienestar animal era una quimera.