Tres mil doscientos setenta y siete kilómetros. Esa es la distancia que ha recorrido Lamine Mbengue, intérprete de wolof, la lengua más hablada en su país, en los juzgados de Palma, con 53 pares de gafas destinadas a personas que las necesitan. Mbengue ha estado un mes en Senegal, desde el 9 de agosto hasta el pasado 9 de septiembre. Allí contactó con el oftalmólogo local, Mamadou Diop, quien se encargó de supervisar el proceso.
Desde su pueblo natal, Pikine, situado a nueve kilómetros de Dakar, nos comentó por teléfono que «hace tres meses, una amiga que tiene poliomielitis me pidió si le podía traer un par de gafas porque tiene problemas de vista. Como ya tenía unas se me ocurrió la idea de hablar con personas de buena voluntad; periodistas, abogados, funcionarios, traductores y jueces para que me dieran algunas. Al principio, mis conocidos me iban dando tres, cuatro y de repente tenía 50 conmigo. Ha ayudado todo tipo de gente: gente pobre y gente rica: todos».
El traductor explica que «la mitad de las gafas ya tienen dueño, lo que pasa es que como cada una tiene una graduación concreta estamos buscando personas con unas necesidades que se adapten a los lentes. Las hemos dado a mujeres, niños y gente mayor, pero sobre todo mujeres».
Agradadecimiento y lucha
«Le dije a mi madre ‘yo me voy en patera; si llego habrá habido suerte y, si me muero al menos lo he intentado’», recuerda Lamine. Era el año 2012 cuando consiguió llegar en cayuco a Gran Canaria para poder tratarse la cangrena que sufría en ambas piernas. Una vez allí, fue estabilizado y trasladado a Mallorca junto a varios compatriotas. Hasta ese momento, Lamine regentaba en Dakar una tienda de arte típico de su país donde vendía obras como máscaras, estatuas... En Mallorca empezó de cero. Su pierna izquierda fue amputada, pero lejos de suponer una losa difícil de levantar, para él fue una liberación. Varios cursos de idiomas o de administrativo, aprender castellano de manera autodidacta en la biblioteca de La Misericòrdia o casi tres años trabajando de aparcacoches y vendedor ambulante fueron los obstáculos a superar hasta que en 2015 conoció a su mujer, Lourdes. Ahora disfruta de la establidad que siempre buscó.
Con esta historia de vida no sorprende oírle reconocer que la pequeña-gran acción de sus 53 pares de gafas sea «una manera de devolver lo que he tenido la suerte de recibir».
2 comentarios
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Crec que si aquest senyor fes public un lloc on poder dur-hi ses ulleres que ja no es fan servir, en podria recollir moltes més. Jo mateix ho he demanat a optiques i farmacias i no ho he aconsseguit.
Si Àfrica pogués explotar i vendre els seus recursos, seria el continent més ric del món. El problema és que cada vegada que surt un govern per ajudar al poble, hi ha una revolució o un cop d'estat financiat pels antics explotadors dels recursos. És com lo que passa a Veneçuela, un país riquíssim que té un bloqueig internacional perquè vol treure profit al seu petroli