Tolo Alba fue músico sin dejar de ser barbero. | Click

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Tolo Alba, con quien nos tomamos una Coca Cola en el bar Cristal, nos cuenta que si es peluquero y músico, no es por casualidad. «Lo primero -explica- porque estaba escrito: nací en una peluquería que había frente a la parroquia de Santa Creu, y lo segundo porque mi padre era peluquero, y entre sus clientes había muchos músicos».

¿Cómo empezó en la música…. Yendo a clases de solfeo…?
-¡Qué va! Aprendí de oído, con una guitarra, viendo como los demás colocaban los dedos sobre las cuerdas, viendo como los de la mano izquierda discurrían sobre éstas a lo largo del brazo, o mástil, mientras los de la derecha hacían que sonara. Comenzamos mi hermano, Pep, y yo, en Casa Oliver, que estaba delante del convento de las Capuchinas, vestits al ample y tocando folklore mallorquín. El con la guitarra y yo con la bandurria. Y cuando no tocaba, cortaba el pelo en la barbería de mi padre. Con el tiempo, mi hermano fue llamado por los 5 del Este y se fue a Cala Millor, mientras que a mí me vino a ver Paco Sánchez, de Los Indómitos, y me propuso trabajar con ellos como bajista. Le dije que sí, claro, por lo que tuve que dejar Casa Oliver, pues con las tres cosas, ya que seguía en la barbería durante el día, no podía.

¿Tocó en muchos grupos?
-En muchísimos. Entre ellos, Talayots, Claudia, Ramón y sus sowmans, Bonet de San Pedro, y durante no mucho tiempo con Los Javaloyas. Naturalmente, toqué con muchos más, tantos que si te los digo llenamos media página…¡Ah!, y ahora soy el guitarra de Sa Sinia de Consell.

¿Y dice que alternaba la música con la barbería?
-Sí, tocábamos de noche, a veces de tarde y noche, y luego nos íbamos con los ligues por ahí, regresado a casa una o dos horas antes de que mi padre abriera la barbería. Al principio me costó, pues descansaba dos o tres horas, pero todo fue cuestión de irse acostumbrando…

Pensamos que con tanta marcha y poco descanso, como barbero sería un peligro… Sobre todo en el afeitado…
-Pues mire, en mi vida de barbero jamás le hecho un rasguño a un cliente. Ni ningún trasquilón. Y es que me supe adaptar muy bien a la noche y a la barbería… ¿Qué no dormía mucho entre tocar y ligar? Trataba de recuperar al medio día, durante el descanso para comer. Una cabezadita y al ataque de nuevo.

¿Tiene muchas anécdotas como barbero?
-Un día llegó un cliente que no conocía, era bajito pero estaba fuerte. Cuando terminé con él, me dijo que no me pagaba. Entré en un cuartito donde tenía una porra de madera como la que usan los marines norteamericanos, me acerqué a él, y al verme, se dio media vuelta y echó a correr. Fui tras él, pero se me escapó. Lo malo es que no me pagó… Pero nunca más volvió.

Pasando al terreno musical, a ustedes, los músicos, les debe mucho el turismo de la Isla, ¿no?
-Sí, mucho, ya que nosotros, sobre todo en los primeros años del boom éramos quiénes amenizábamos las noches a los turistas. ¿Qué hubieran hecho ellos sin nosotros…? Aburrirse.
¿Quién ligaba más, camareros, músicos o picadores?
-Los músicos, sin duda. Luego los camareros y por último los picadores.

Pero el camarero tenía ventaja sobre ustedes, ¿no? Estaba con ellas sirviéndoles el desayuno, luego el almuerzo y por la noche, la cena…
-Sí, pero ellas hacían cuentas, y estas nos daban como favoritos. El camarero puede que estuviera más tiempo con ellas, pero ellas sabían, porque lo veían, que estaba pillado muchas horas, mientras que nosotros, trabajábamos tres y el resto se lo podíamos dedicar a ellas. Por eso, ya le digo: no ligábamos. ¡Nos ligaban!

¿Para ustedes, qué extranjeras eran las más interesantes?
-Todas, pero… Bueno, desde mi punto de vista, inglesas y alemanas. ¿Suecas, noruegas y finlandesas…? Impresionantes también, pero frías como la temperatura de su país.

¿Y dice que los músicos ligaban más que los picadores…?
-Sí, por dos razones. Nosotros ligábamos desde el escenario, durante la actuación, mirándolas y sonriéndolas, mientras que ellos atacaban después de que dejábamos de tocar. Por eso, algunas noches, antes de empezar, nos preguntaban que si estábamos liados con alguna se lo dijéramos, así no perdían el tiempo. Y otra de las ventajas que teníamos sobre los picadores es que casi todos nosotros, los músicos, teníamos un apartamento, con música, luces adecuadas y vistas a la bahía. Mientras que los picadores se lo montaban en el coche y no es lo mismo, ¿no?

¿Usted dónde tenía su apartamento?
-En Cala Major, o más exactamente, o en los Pullman o en los Impala. Ya digo, con piscina comunitaria y vistas al mar desde la terraza.

¿Cómo ligaban?
-Pues desde el escenario, tonteando con la que más te gustara, y luego, en el descanso, te ibas a tomar una copa en el bar, a dónde ella acudía, charlábamos un rato y quedábamos para más tarde. Y a partir de ahí, todos los días con ella hasta que se iban a su país. Y esa misma noche, a por otra.

Y una vez ligada, al apartamento, ¿no?
-No, ¡qué va! Nos íbamos a tomar una copa a un lugar tranquilo. Al Cábala, por ejemplo, que estaba en una travesía de Jaime III. A veces, cuando se encendía la luz, nos encontrábamos siete u ocho músicos con los respectivos ligues, tomando una copa.

¿Qué pasaba en invierno cuando no venían turistas?
-Nada. Muchos de nosotros nos íbamos de vacaciones fuera, a veces a la ciudad de una de las chicas que habíamos ligado en el verano, a las que escribíamos y les decía que íbamos. O nos escribían ellas invitándonos. Más de una vez hice uno de esos viajes. Me pagaba el avión y la comida, pero tenía la estancia gratis, pues me iba a vivir al apartamento de ella. Hacíamos turismo pra conocer el lugar y lo que surgiera. Recuerdo que en uno de estos viajes la chica me invitó a ir a un pijama pary, es decir, reunirnos en casa de alguien, todos en pijama, llevando un muñeco. No te puedes imaginar la que se liaba… Creo que de esos pijama party surgieron los clubs de intercambio de parejas.

Para finalizar, en cuanto a dinero… ¿Cuánto ganaba un músico cómo usted?
-¡Una barbaridad! Si uno que trabajaba en un banco ganaba 7.000 u 8.000 pesetas al mes, pues nosotros, en un lugar fijo, 18.000, más las galas, galas de tarde de sábados y domingo de a 5.000 pesetas cada una. Y en verano, más, pues había verbenas de los pueblos.