Para que Felipe pueda entrar y salir de casa su madre ha de colocar dos planchas de 12 kilos. | Click

TW
2

De nuevo traemos a esta página a Felipe Báez Mestres, que a causa de su esclerosis múltiple, se ve obligado a vivir, prácticamente, en una silla de ruedas con la que va a todas partes. Pero en esta ocasión, si dejamos que se asome a esta ventana, no es para que nos hable de su faceta como escritor de novelas y obras de teatro, sino de un problema doméstico que trata de resolver desde hace dos años, pero que, desgraciadamente, sigue sin lograrlo. O dicho de otro modo: que el problema se mantiene ahí, cuando se podría haber resuelto hace tiempo. ¿Cómo? Colocando una rampa dónde hay dos escalones. Pero, vayamos por partes.

El problema en sí

Felipe vive con su madre en una planta baja en Passatge del Jardí de Can Capiscol, a la que se accede a través de dos escalones. Una casa ubicada en una plaza que no tiene tráfico rodado, por la que solo pasan personas y de vez en cuando algún perro. «La única solución para superar mis problemas de movilidad y poder entrar en casa era colocar una rampa móvil prefabricada de hierro, para, posteriormente, instalar otra fija, hecha de obra, para lo cual tenía que pedir permiso. ¿A quién? Al IMAS. Por eso avisé a sus técnicos, pero tenía que esperar. Entonces, viendo que de ese modo no solucionaban el problema, avisé al Ajuntament. Concretamente cursé una instancia a un departamento llamado Sacov, que trata de la ocupación de vía pública, entre otras funciones. El técnico me dijo también que tenía que esperar, pero que todo ya estaba en marcha.

«También he hablado con la comunidad de vecinos, a quién he dicho que el gasto corría por mi cuenta, y están de acuerdo en que se coloque esa rampa. Pero, por otra parte, la gestora de la comunidad me dice que el permiso lo han de pedir los constructores, quiénes me mandan, con razón otra vez, a la gestora. A todo esto, debo decir que desde que nos planteamos pedir la rampa móvil, compramos dos planchas prefabricadas de hierro que pesan unos 12 kilos cada una».

«Ni que decir tiene –matiza–, que lo hicimos con carácter provisional. Pero a día de hoy, cuando llego a casa, o salgo de ella, mi madre, que tiene 74 años, aún ha de colocar, y luego quitar, esas planchas, lo que significa sacar la rampa, llevarla hasta puerta, colocarla, esperar a que yo entre, quitarla, subirla a casa y llevarla a donde la guarda. Eso cada día, y según qué días, varias veces. ¿Y qué pasa si mi madre no está en casa? Pues si yo estoy en ella, y he de salir, me tengo que quedar sin salir o esperar a que ella llegue. Y si llego a casa y ella no está, he de esperar a que regrese para poder entrar. Y así, mientras llega ese permiso, es como estamos».

«En fin… Dos años llevamos con esto, dos años en que el uno por el otro, la casa sigue sin barrer. Cuando pienso que si el técnico del Ayuntamiento hubiera venido a ver cómo son los escalones, cómo es la calle… En pocas palabras, si el técnico hubiera visto el problema in situ, este estaría más que resuelto. Porque no se trata de hacer una gran obra, sino, simplemente, colocar una rampa, en lo que los vecinos están de acuerdo. Una rampa que no molesta a nadie, en una zona peatonal. Mientras tanto sigo con el problema… De verdad que no lo entiendo, porque si te están diciendo que hay que facilitar las cosas a quiénes tenemos problemas de movilidad, cuando le presentas uno, además muy simple, la burocracia te lo complica todo».