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El fallecimiento de Sergei Prigozhin, líder del sanguinario grupo de mercenarios Wagner, en un oscuro accidente cuando estaba sobrevolando Rusia en un avión privado con destino a Moscú, es la una crónica de una muerte anunciada. En los últimos tiempos, el multimillonario que fue chef de Putin había protagonizado continuos choques con la cúpula militar rusa e incluso se había atrevido a insultar a los generales del Kremlin, por su supuesta incompetencia en la guerra. El punto de inflexión, sin embargo, fue el motín de hace dos meses, cuando amagó con un golpe de Estado que puso en vilo al mundo entero.

El drama de los opositores.

La muerte del que ahora era el rival de Putin se suma a la larga lista de opositores rusos represaliados en los últimos años, en lo que se antoja como un auténtico régimen de terror. Algunos fueron envenenados, incluso con materiales radioactivos como el plutonio; otros encarcelados y también ha habido casos que aparecieron muertos en extrañas circunstancias. Todos estos casos nunca han sido investigados de forma seria y arrojan muchas sombras sobre los mecanismos del Kremlin, circunstancia que preocupa sobremanera en las esferas internacionales. La falta de transparencia y la ausencia absoluta de respeto por los derechos humanos son un siniestro sello del Gobierno de Putin.

La invasión de Ucrania, de fondo.

En cualquier caso, no hay que olvidar que Prigozhin se hizo mundialmente conocido tras la invasión de Ucrania, cuando movió a sus miles de mercenarios destacados en Siria y algunos países africanos y los trasladó al frente ucraniano. Las carnicerías perpetradas en la ciudad de Bajmut, que fue literalmente borrada del mapa después de cruentos combates calle por calle y casa por casa, dejaron muy a las claras que los mercenarios de Wagner y en especial su jefe Prigozhin estaban fuera de control. Era un ejército privado, tan peligroso como poderoso, cuyo futuro es ahora una incógnita.