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La enésima crisis protagonizada por Vox –en esta ocasión, auspiciada por la dirección nacional– supone que la formación de Santiago Abascal se inmole y ese escenario, sin duda, beneficia al PP, que siempre miró con recelo a sus supuestos socios de la formación ultraconservadora. En Mallorca, han sido muchas las polémicas y escándalos de Vox en solo un año, desde sus pulsos para arrinconar el catalán hasta la última controversia del presidente del Parlament, Gabriel Le Senne, tras rasgar una foto de Aurora Picornell, una de las víctimas del franquismo. Precisamente, con la maniobra de la ruptura de los acuerdos con el Govern, el propio Le Senne debería ser uno de los sacrificados y Marga Prohens, presidenta del Govern, le pidió ayer que dimitiera. En el Consell y los distintos ayuntamientos, sin embargo, la tensión es menor y la ruptura, al menos de momento, no les afecta. Pero con Vox, si algo hemos aprendido, es que no se puede descartar nada.

Mano tendida.

Los partidos progresistas, mientras tanto, han movido pieza y han tendido la mano al PP, que gobierna en minoría, para alcanzar acuerdos puntuales sin el apoyo de la ultraderecha. Se trataría de un «cordón sanitario» contra la formación de Abascal, aunque es muy improbable que los ‘populares' de la Isla lleguen a acuerdos continuos con la izquierda.

El reparto de menores inmigrantes.

El motivo de la ruptura de Vox con el PP, llevada a cabo de manera unilateral, es la llegada de menores inmigrantes a diferentes comunidades autónomas dirigidas por gobiernos del partido de Alberto Feijóo. Hay que recordar que Canarias soporta una presión tremenda en este sentido y que, por solidaridad, el resto de autonomías se comprometieron a colaborar en la medida de sus posibilidades ante tal drama migratorio. Es, pues, un asunto de humanidad atender a esos menores desamparados.