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En la Platja de Palma y en s’Arenal, la crisis habitacional es de tal magnitud que se ha trasladado al subsuelo, donde aparcamientos, trasteros y sótanos se han convertido en minúsculos e insalubres apartamentos que se alquilan por cifras disparatadas: varían entre los 650 y los 2.500 euros al mes. Lo más llamativo, con todo, es que prácticamente todos están arrendados, principalmente por trabajadores del sector turístico que no tienen otra posibilidad que vivir en infraviviendas o por inmigrantes o familias con escasos recursos económicos, que tienen que juntarse con otras personas y malviven varios metros bajo tierra. Estas construcciones, en la mayoría de los casos, carecen de ventanas y son húmedas y oscuras. En algunas, el deterioro estructural, al estar tan cerca del mar, está muy avanzado y hay riesgo de derrumbe por la aluminosis. No hay que olvidar que la tragedia del Medusa –que se hundió el año pasado y mató a cuatro personas– desveló el mal estado de muchos edificios de la zona, que además no pasan las inspecciones.

Auténticas madrigueras.

Los compartimentos subterráneos que se alquilan son auténticas madrigueras. Además, ya se han detectado mafias que intentan controlarlos. La Platja de Palma y s’Arenal llevan décadas sumidos en un proceso irreversible de degeneración urbanística y se necesita un plan urgente para contener esta decadencia.

La Administración debe actuar.

La Administración, pues, no puede quedarse con los brazos cruzados y mirar hacia otro lado mientras cientos de familias malviven en infraviviendas de pocos metros cuadrados y escasa ventilación, ubicadas en el subsuelo. El drama de la vivienda en Mallorca está convirtiéndose en una auténtica pesadilla para los más desfavorecidos y los políticos tienen la obligación de velar por la dignidad de estas víctimas de la especulación salvaje.