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En menos de dos meses José Ramón Bauzá se ha metido en tres polémicas del todo evitables. La primera, la defenestración de Jaume Font –que, ahora se ve, sólo era éste el objetivo del famoso veto a los imputados- a principios de septiembre. Luego, al día siguiente de haber ganado Antoni Pastor el debate de política general, se metió en el jardín de espinas del catalán que sepultó cualquier rédito de lo acontecido en el Parlamento. Y, sin descanso, impone, con la dirección nacional, a María Salom como candidata número 1 al Consell. Con las tres decisiones, sin mediar negociación interna, Bauzá ha abierto tres frentes de consecuencias imprevisibles. Tras la vuelta de vacaciones en la dirección del PSOE estaban deprimidos: sabían que seguir en el Govern era misión imposible. Ahora están esperanzados, gracias a Bauzá. Si el conservador consigue ser investido presidente del Govern será algo radicalmente nuevo: personalista como nadie, frío como el hielo, cualquier cosa puede ser capaz de hacer. Si no lo consigue será por cómo ha actuado y no durará ni 48 horas al frente del PP.