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Aunque todo está dicho y repetido mil veces, parece que hoy se reunirán en la Moncloa el presidente del Gobierno y el la Generalitat para sentar las bases de la mesa de diálogo. Y el PP se lo tomará a la tremenda. Aullará. El tremendismo es un movimiento literario muy español de los años de posguerra, caracterizado por el realismo desquiciado y folletinesco, la brutalidad narrativa y el rechinar de dientes, al borde de la apoplejía, de numerosos novelistas fuera de sí. Miserias físicas, psíquicas y morales por todas partes, un atracón de atrocidades y exabruptos. Muy español, desde luego, porque como luego han glosado los periodistas deportivos, la furia española, cuando arrasa, arrasa de verdad. Y la semana pasada, como era de esperar a raíz de los indultos de marras, todos los relatos fueron tremendos, de un tremendismo exaltado que hacía tiempo no se veía ni siquiera en nuestras derechas patrióticas, ya tremendistas de por sí. Que si golpe de Estado del Gobierno, que si indignidad, que si humillación, que si hasta aquí hemos llegado, que si recurriremos…

Toda la actualidad era un relato tremendista de los años 40, literatura de mierda, y aunque yo eludí el asunto porque nunca me ha interesado esta técnica narrativa, ahora me pregunto si esta semana también vamos a seguir igual, o si remitirá la inflamación verbal y el todo por la patria. Por gobernar a la patria, se entiende. Y no, no creo que remita; más bien empeorará. Porque cuando el PP muerde algo no lo suelta, y porque si a la furia española se añade la venganza catalana, que escenificaron los presos al salir de la cárcel, el griterío se multiplica. La legendaria venganza catalana, allá por el año 1300, es anterior a la furia y el tremendismo español, cuando los mercenarios almogávares, a fin de vengar el asesinato de Roger de Flor , arrasaron Tracia, Macedonia, Grecia y medio imperio bizantino. Tremendo.

No sé por qué me acordé de estas gestas históricas (y falsas, claro está) al escuchar a los líderes indultados; supongo que porque el PP estaba tan frenético como si en efecto atacasen los almogávares. Vale, se trata de mitos, pero qué otra cosa rige los furores patrióticos. Y hoy, Sánchez departiendo con Aragonès . Como si nada, el muy traidor. Sí, me temo que el relato tremendista aún empeorará.