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Nunca me gustaron las manifestaciones. He huido siempre de las asambleas multitudinarias, de las aglomeraciones y embotellamientos, de las colas y, en general, de las masas. Con razón me identifique con los derechos y las libertades individuales y en nuestra vigente Constitución. En todo caso entiendo que las libertades colectivas no son sino las libertades individuales en marcha, en acción, dirigidas a la consecución de aquellos objetivos que nos resultan inaccesibles individual y separadamente de otros ciudadanos.

Estamos en una democracia lo que significa el poder de las personas (no de las colectividades). Democracia viene del griego ‘demos’, que significa: personas, y ‘kratos’: poder. Si el poder es de las personas, cada individuo es responsable de lo que elige, y siempre debe saber qué elige, y no ser arrastrado por las masas, éstas no piensan. La masa es rebaño. El sujeto de derechos es siempre y necesariamente el individuo. El individuo, cada individuo es el centro del universo, su ser transformado y el motor de la historia.

Las masas se dejan llevar por la corriente, sin tener personalidad propia. En una manifestación de jóvenes había dos grupos enfrentados por ideologías distintas. Un periodista pregunta a uno de ellos: ¿Tú de que grupo eres: de la izquierda o de la derecha? Y el joven le respondió: no lo sé.