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Es innegable considerar que a escala mundial una preocupación casi exclusivamente centrada en la pandemia ha hecho posible que no se atendiera adecuadamente a cuestiones que pueden llegar a crear problemas aún de mayor importancia que los que actualmente tenemos. Entre otros muchos, se señala la guerra en Etiopía que podría degenerar en una catástrofe humanitaria y una crisis migratoria, ambas de históricas proporciones. Se advierte como probable que este conflicto desequilibre el cuerno de África, donde viven más de 200 millones de personas que llevan dos años sufriendo extremas penalidades, incluidos unos desplazamientos internos de población de carácter extraordinario. Por el momento, desde EEUU se han limitado a imponer sanciones a autoridades y empresas implicadas en la guerra.

A su vez, en la UE no se ha conseguido unanimidad a la hora de adoptar medidas de mayor alcance, aun reconociendo el riesgo que rodea a la situación. Violaciones masivas de los derechos humanos, recurso a la violencia sexual como arma de guerra, crímenes, castigos sin juicio, o campos de concentración basados en el origen étnico, conforman el catálogo de aberraciones que se están dando en la zona. Algo que, de ir a más desencadenaría a no largo plazo unos fenómenos migratorios sin precedentes.

Hablamos de Etiopía, epicentro del cuerno de África, 112 millones de habitantes; Sudán, 45 millones; Sudán del Sur, 16 millones; o Somalia, 17 millones... Y planeando sobre una guerra especialmente cruenta, la miseria de siempre, hambre, terror. No obstante, y pese al convencimiento de que se avecina una seria conmoción demográfica...