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Ya ha pasado todo. No más fiestas, por favor. Superados los últimos flecos navideños y de año nuevo y Reyes, parece que por fin iniciamos una semana normal, sin nada de particular, sin ninguna gracia, sin celebraciones. Rutinaria a más no poder, preludio de una larga cuesta de días igualmente rutinarios y noches como todas las noches, sin sorpresas, para dormirlas y listo. Hasta las glándulas sudoríparas estaba yo de tanta festividad, y hay que ver cómo echaba de menos los días corrientes, pardos o grises, sin frío ni calor, en los que nunca sucede nada digno de mención ni hay nada que esperar.

Normales, en definitiva, aunque ahora la normalidad sea algo postnormal, o paranormal, o incluso anómala, debido a reiterados fallos en la normativa de lo que cabe considerar normal. Pero que aun así, incluso siendo la normalidad un concepto muy polémico, todavía cabe distinguirla de las grandes festividades y los días especiales. Que dada mi querencia por las jornadas anodinas, ya me tenían agotado. Razón por la que en este momento, aunque suene raro con la que está cayendo, me siento inmensamente feliz. Porque ya ha pasado todo, y hasta el aburrimiento me resulta mucho más grato y fuente de alegrías que el ajetreo de este último mes. Me lo pienso pasar en grande esta semana vulgar y corriente, indistinguible de cualquier otra, sin nada que celebrar ni acontecimientos destacados.

Normal, postnormal o paranormal, me es igual. Que sea como todas es lo importante; me basta y sobra. Con sus aullidos de sirenas en la niebla. Con sus pros y sus contras, sus más y sus menos, sus cabronadas. Días ni buenos ni malos, de los que no quede memoria. ¿Y qué entiendo por día normal? Pues por ejemplo un martes o miércoles laborable a eso de las once la mañana, lejos del domingo pasado y del próximo, con temperaturas medias, nubes y claros (o chubascos dispersos), pocas noticas, baja emotividad, las molestias habituales (dolor de espalda, cansancio, cierta abulia), nada de novedades. Comidas y bebidas simples y sin alardes (pa amb oli, patatas, alcachofa, cebollas, aceitunas, whisky), fumar, refunfuñar, holgazanear. Cosas así. Lo normal, lo de siempre. Matar el tiempo. A ver si hay suerte y ya se han acabado las festividades, las jornadas históricas, las tonterías. Qué gran alivio.