Belarra y Montero, las ministras de Podemos, en lugar de condenar la salvaje agresión de Putin a Ucrania, piden diálogo y adiós a las armas para callar los misiles y los tanques agresores de Putin. Esa actuación que las pone al lado del agresor forma parte de su identidad, pero también del ajuste de cuentas que están llevando a cabo contra Yolanda Díaz, la política que ha decidido soltar lastre porque Podemos ya es una máquina obsoleta y perdedora. Putin está destruyendo con una crudeza inaudita a Ucrania porque quiere ser un país democrático y libre, fuera de la opresión de la horma soviética. Les ha costado tanto conquistar la libertad que están dispuestos a morir para defenderla.
Los ajustes de cuentas forman parte de la naturaleza humana. En los partidos políticos, los ajustes de cuentas son permanentes. A veces tardan en producirse, pero cuando llegan, no crece la hierba. La cada vez más extendida cultura de cancelación no es más que una venganza que trata de sepultar no solo a la persona sino también su obra. En los divorcios casi siempre se busca el ajuste de cuentas en lugar del bien de los que no tienen ninguna culpa.
La gran respuesta de acogida de la Unión Europea a los refugiados de Ucrania y la solidaridad de todos nosotros contrastan con lo que hizo Europa cuando esos conflictos, esas matanzas indiscriminadas, esa eliminación de la libertad, se producen en otros lugares como Afganistán, Libia, Siria, Mali, el Congo o el África subsahariana por otros dictadores, por otros militares, por otros ejércitos. Nos pilla tan cerca que nos da miedo.
Tenemos que exigir a nuestros políticos que la solidaridad sea con todos los que la necesitan y que el ajuste de cuentas deje paso al diálogo y a pactos por la estabilidad y por la construcción de sociedades más justas. Aquí y ahora, el único ajuste de cuentas aceptable es el de todo el mundo libre con el asesino Putin para fortalecer lo que nos hace mejores: la democracia.
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