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El pasado 25 de febrero publiqué en Ultima Hora un artículo en el que pretendía elucidar la estancia en Mallorca de quien para muchos –para mí el más esencial– es uno de los mejores arquitectos de todos los tiempos, me refiero a Alvar Aalto (1898-1976). He seguido buscando, pero, la verdad, no hay datos sobre este asunto; aunque hay media docena de artículos –yo los he consultado en la biblioteca del Colegio de Arquitectos de Madrid (COAM)– en los que arquitectos españoles de gran valía se dejan la sesera intentando aclarar los preceptos que movían a Alvar Aalto, no tan solo en arquitectura, sino también en su gran aportación al diseño moderno. Estos arquitectos escucharon al finlandés en las conferencias que dictó en 1951 en Madrid y Barcelona. Son, entre otros, Antonio de Moragas, Barba Corsini, Gutiérrez Soto, Fernando Chueca Goitia y ese genio incomprendido, pero genio, que fue Miguel Fisac. Aalto, cuya obra en marcha era, en aquellos momentos, el ayuntamiento de Säynätsalo, fue un personaje recio, especial, se movía siempre a su aire y no le gustaba que le atosigaran, ni quería tener cerca acompañantes.

Se negó a ver la Sagrada Familia y en Madrid, para disgusto del gran Miguel Fisac, no quiso visitar El Escorial ni el Museo del Prado ni la plaza Mayor: el ya rarísimo arquitecto finlandés, consideraba que las grandes obras monumentales daban una «información falsa» y contaminaban su concepto de la arquitectura basado en la sencillez máxima y en su lema «todo lo que es superfluo es feo». Nuestro protagonista, probablemente, voló desde Madrid a Palma, también visitó Granada, y finalmente siguió su viaje por Marruecos. ¿Qué hizo y qué dibujos realizó en Mallorca? ¿Dónde fue y con quién? En su viaje a España (1951) Aalto fue en tren de Barcelona a Madrid y aprovechaba cuando el tren se detenía en las estaciones para hacer dibujos de los pueblos o de la arquitectura tradicional que le interesaba. No parece que se entusiasmara con lo que veía en España, como sí le sucedió en su viaje a Delfos: yo he estado muchas veces en Delfos y su fuente, siempre seca, Castalia, y nada me entusiasma allí, pero sí apabulló a Aalto. Decirles que he encontrado un dibujo del finlandés en el que se ve un molino mallorquín con otro, esbozado, al fondo. Mi hipótesis es que ese molino es uno de los que estaban en la vieja carretera al aeropuerto de Palma. Creo que le atrajeron la disposición de las aspas, como si fueran la planta radiada de una de sus futuras casas. Quisiera añadir que Aalto, amigo de grandes pintores de la vanguardia, y él mismo pintor, reconoció la influencia en su concepción de la obra de Miró. Hubiera estado bien saber que poso le dejó su visita a Mallorca, bien es verdad que de la belleza de nuestra Isla le había hablado su compilador gráfico y doctor en Historia, Göran Schildt (1917-2009), que visitaba con su barco, el ‘Daphne', frecuentemente Mallorca y el Mediterráneo. Uno de los libros de Göran, Sketches Alvar Aalto (edit. Mit Press, 1985) pudiera alojar más dibujos mallorquines.