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Utopía es una isla imaginaria con un sistema político, social y legal perfecto, descrita por Tomás Moro en 1516. China tiene el ejército más grande del mundo, con más de 2 millones de militares en activo, más de 3.000 tanques y 35.000 vehículos blindados, con un presupuesto de más de 178.000 millones de dólares. El gasto público en defensa de los Estados Unidos es de 782.000 millones de dólares. Rusia tiene el segundo ejército más fuerte del mundo y su gasto militar es de 61.000 millones de dólares. El gasto militar de Ucrania es de 12.000 millones de dólares. Una cifra similar a la que refleja el gasto militar de España. El gasto militar mundial asciende a 2.000 billones de dólares. Burundi es el país más pobre del mundo, sus habitantes tienen una renta per cápita de 200 euros. Calculen lo que haríamos nosotros con 200 euros al año: morirnos de hambre. Se me ocurre que si empleáramos los 2.000 billones de dólares en ayudas al Tercer Mundo, no existiría, es decir, no habría pobres. Ahí está la utopía.

Si queremos saber para qué sirve la guerra basta encender el televisor. Para muestra las calles de Bucha, la ciudad situada en la óblast de Kiev, capital de Ucrania. Óblast es una entidad parecida a provincia entre nosotros. En las imágenes de Bucha y de otras ciudades por donde la guerra ha pasado veremos destrucción y cadáveres. No creo que haya nada más obsceno en el mundo. En cambio, si las calles estuvieran sembradas de gente haciendo el amor no las veríamos en televisión, y sin embargo serían calificadas de obscenas. De modo que deduzco que la guerra sirve para permitir la obscenidad. No hay nada más obsceno que el asesinato y con las bombas se pueden producir cientos, miles de asesinatos. La violencia entre grupos no es un fenómeno habitual en la naturaleza.

La guerra es un hecho humano y lo humano no es siempre pura racionalidad. La guerra no es un acto ni ético, ni justo, ni económico… ni siquiera militar. Es un acto político, de gestión de poder. La violencia es un mero instrumento… completamente inhumano, y su desaparición resulta una verdadera utopía.