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Este año se celebra el centenario del nacimiento de Stanislaw Lem, escritor polaco de Lwów, hoy la ciudad ucrania de Leópolis, que antes fue austrohúngara, luego alemana tras la invasión nazi en 1939, y después rusa como quizá vuelva a ser ahora. De momento, ya la han bombardeado. Cinco nacionalidades en un siglo la convirtieron en un auténtico criadero de genios literarios, entre los que destaca Lem por ser el más metafísico, satírico y, sobre todo, desternillante. Célebre autor de ciencia ficción en los años 60 y 70 (Solaris, Diarios de las estrellas, Congreso de futurología, Ciberiada), y maestro en fábulas de robots y engendros tecnológicos, convencido de que el conocimiento y exceso de datos, como predijo Lichtenberg, conducirá a una barbarie erudita, y la tecnología acabará con la civilización, convirtiéndola en superstición (ciberchamanes por doquier), y multiplicando nuestros disparates. Luego se volvió más sombrío y filosófico (más divertido todavía), y escribió sesudos libros acerca de libros inexistentes (Vacío perfecto). Que yo sepa fue de los primeros, hace 50 años, en describir sociedades donde todos escogían género, sexo, cuerpo y hasta especie, pues muchos se sentían animales, incluso animales quiméricos, y estaban en su derecho. Más fluidez imposible. También recuerdo un planeta (el nuestro) que estalla por exceso de información. Exceso de densidad informativa, concretamente, no sólo de cantidad. Cuando la masa de información por centímetro cuadrado se hace infinita, se libera de soportes y formatos y empieza a funcionar por sí misma, sin aparatos ni programas. Todos los ordenadores revientan de golpe. Dos temas de notable actualidad, desde luego. Este último suceso lo cuenta el intrépido cosmonauta Ijon Tichy en tabletas de arcilla, como los babilonios. No tengo costumbre de celebrar centenarios de escritores, pero como el 23 de abril es el Día Internacional del Libro, que conmemora a Cervantes y Shakespeare, he pensado que así vamos ganando tiempo, y calidad del centenario. Con Lem se lo pasarán muchísimo mejor, yo lo prefiero de largo, y además Lwów (Leópolis) ya ha sido otra vez bombardeada. Barbarie erudita reiterada, íbamos diciendo.