Aborrezco la violencia; nunca he sido protagonista de un acto violento y en los tiempos antifranquistas recibí algún que otro porrazo, durante alguna manifestación, pero nada que me acerque ni al heroísmo ni al sacrificio por la lucha revolucionaria. Como mi estatura es más bien baja, y suelo ser el mayor de cualquier reunión a la que no acuda un Matusalén, no soy agresivo por simple prudencia. No obstante, de lo que estoy completamente seguro es que me volveré un ser primitivo e irrazonable, carente de los beneficios de la civilización y la sociedad, si alguien ocupa mi vivienda.
Ni denunciaré el caso, ni contrataré abogados, ni estaré pagando la luz y el agua de quienes han entrado por la fuerza en una vivienda de mi propiedad, sea la que habito normalmente, sea la que, temporalmente, me aguarda en el Mediterráneo. Hago esta confesión para que sea usada en mi contra, a raíz del hecho de que el alcalde de Caldas se ha defendido con un hacha contra unos okupas. El alcalde de Caldas pertenece a Junts, el partido que ha legitimado la okupación y convierte a los delincuentes en unos burgueses y a las víctimas de la expropiación real en unos parias.
No se puede hacer nada contra unos tontos contemporáneos que se suben a la demagogia como si fuera el mástil de la cucaña, pero no permitiré que me arrebaten mi vivienda, y no pueda entrar, y se rían de mí, y aprovechen el laberinto judicial para arrebatarme mis derechos durante más de un año, con todas las costas a mi cargo, incluida el agua caliente y la electricidad. Eso sí, llamaré previamente a la Guardia Civil, no para que me ayuden, que no pueden, dada la legislación, sino por la cortesía de informarles de que posiblemente me maten, a la puerta de mi domicilio. Porque si no me matan, no cejaré hasta que se marchen. Y lo tendrán que hacer. Yo estaré muerto, pero ellos estarán acusados de homicidio. Espero cumplir mi palabra.
1 comentario
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Yo creo que la policía si podría hacer más: concurre un delito flagrante de allanamiento de morada del artículo 202 del código penal. Lo que ocurre que por la vía buenista del birlibirloque el régimen progre ha determinado de facto que el derecho de propiedad queda sometido a un brevísimo plazo de prescripción: lo que tarda el okupa en dar la patada a una puerta de acceso a una vivienda, como si el derecho de residencia y de intimidad fueran tan expansivos como para finiquitar la propiedad.