Digamos que, en un extremo del espectro de posturas respecto del turismo, tenemos a los jóvenes radicales de izquierda, representados en Podemos o en Més, que pintan «Tourists go home» en las paredes de Mallorca, que acabarían mañana mismo con todos los hoteles y que intentan sumirnos en un mundo tan idílico como irreal. En el polo opuesto, están los propios hoteleros, que ven el mundo desde el capitalismo puro y duro, que no desean que su negocio pierda volumen, que arguyen lo indecible para mantener las cosas como siempre y a quienes podríamos calificar de inmovilistas y defensores de la presencia masiva de viajeros.
En medio de estos dos extremos, estamos todos los demás ciudadanos de Mallorca y de Baleares, yo entre ellos, por supuesto. Porque las posturas que los ciudadanos tenemos sobre el turismo van desde acabar con el modelo, pasando por introducir cambios y más cambios hasta, en el otro extremo, no tocar nada. No sé cuántos defienden un enfoque u otro, pero sí sé que nadie se queda fuera de este abanico de opciones.
Es decir que la fotografía que publicaron los periódicos, tomada en un salón del Parlament balear, en la que entre pared y pared estaban desde los hoteleros a Podemos o Més, con los socialistas en el centro, viene a ser una representación del espectro ideológico de las Islas en torno a este tema, el del turismo. Todos en una foto, todos firmando un proyecto de ley del Govern que aborda una cuestión trascendental para la sociedad. Yo, como todos, estoy en ese abanico, sobre todo porque fuera no queda nada. Las paredes que se ven en los extremos de la fotografía muestran los límites, incluso físicos, que tiene el debate.
Es el éxito total del Govern de Francina Armengol, que a mí me recuerda el éxito total de los gobiernos de Gabriel Cañellas a finales de los noventa. Si entonces lo increíble era que los sindicatos, tras plegar las pancartas en sus estanterías, se asociaran con Cañellas, hoy lo es que las patronales aplaudan a rabiar las propuestas integradoras del Govern socialista.
Hace ya décadas que los gobiernos no gobiernan: todo se reduce a postureo, imagen, discursos... Si usted lo mira bien, en Baleares hay dos mundos paralelos, que nunca se tocan, que van a su aire. Por un lado, el real, el de la presencia masiva de turistas, el de la ciudad de Palma colapsada cuando está nublado, siempre con atascos, siempre imposible, que se desborda gobierne quien gobierne, estén en vigor cualesquiera de las leyes que usted prefiera, o las colas en Formentor o las carreteras saturadas o las playas inaccesibles o los chiringuitos a rebosar o los precios inaccesibles de la vivienda. Por otro, el sueño, el mundo de los discursos, el relato, la interpretación del mundo que nos venden, «qui estima Mallorca no la destrueix», la apelación al corazón, bla, bla, bla.
El mismo espectáculo de borracheras en Magaluf o la Playa de Palma puede ser el resultado de un gobierno vergonzoso que defiende la pérdida de calidad de vida de sus ciudadanos o, por el contrario, puede ser el último estertor de un modelo que da paso a un mundo mejor, más humano, sostenible, circular, pero del que aún no hemos visto nada. Ni veremos. Antes, la venta de los hoteles como viviendas era un atentado al medio ambiente (Bel Oliver dixit), hoy es un proyecto de futuro.
¿Por qué cree que los hoteleros, capitalistas puros, apoyan al Pacto? Pues porque, más listos que nadie, entienden que todo esto sólo es un cambio de narrativa, de discursos, pero que no hay riesgo alguno para sus intereses, que es lo que cuenta. Si el fondo no va a cambiar, mejor encajarlo en una narrativa ecológica que es más popular. Como ven, Armengol, definitivamente, nos ofrece las respuestas que buscamos. Todas. Bajo su paraguas cabemos todos. Hoteleros también. Dado que mañana el colapso será peor que hoy, es mucho mejor que lo sea con un mensaje circular que no con uno rectangular.
Armengol terminó de cuadrar el círculo al pedirle al Partido Popular que se sume a la foto del Parlament. Hace bien: sería la formalización del partido único, con el Partido Popular como rama conservadora de un Govern de todos. En mi opinión, podría hacer con el PP lo mismo que con Més o con Podemos: darle algunas direcciones generales, algún consejo asesor, algunas nóminas (los expertos en relatos deberían buscar un término ‘cool' como «integración» o «coparticipación») y que la foto del Parlament sea la foto de toda Baleares. Ya que nunca harán nada, yo prefiero un Govern con Armengol para siempre. Así nos evitamos tensiones, confrontación y crispación. Y hasta elecciones.
Yo abogo por esto.
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