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El viernes por la noche, fuimos al concierto que Los Palmeras, una banda de cumbia santafesina, daban en Es Gremi. Creo no exagerar si digo que yo era el único mallorquín entre los asistentes. El ambiente festivo y el calor competían por ver quién se llevaba el protagonismo. El público –aunque sería más acertado decir la hinchada– estaba entregado a la causa desde muchos antes del inicio de la actuación. Aquello era una celebración de la argentinidad disfrazada de concierto.

Los cánticos y las manos alzadas no paraban de arengar la exaltación de lo propio. Entonces, mientras saltaba y cantaba eso de «el que no salte es un inglés», pensé que nada como dejar tu país para hacer crecer en ti el sentimiento nacional. Recordé mi etapa de estudiante en Múnich.

Los españoles solíamos reunirnos en una Biergarten donde, entre Dunkelbier y Weissbier, cantábamos como si la vida nos fuera en ello éxitos del pop-rock patrio. Creo que nunca me he sentido más español que en esos momentos lejos de casa, abrazado a desconocidos, cantando temas de Los Secretos o Nacha Pop. Buenos días.