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No he podido dejar de observar que tras su éxito en las elecciones andaluzas, y el incremento de activos financieros que ello comporta, la impaciencia de los líderes y portavoces del PP por expulsar de una vez al PSOE del Gobierno nacional, y ocupar su sitio que ya dan por ganado, se ha elevado más aun convirtiéndose en ansiedad, y además de exigir elecciones generales ya (por fin de ciclo), se les ve tan impetuosos que a punto están de solicitar tacos de salida para ese maratón. Se trata de una impaciencia muy bulliciosa y es mi deber cívico advertirles que si impacientándose no se llega a ninguna parte (ni se escriben buenos relatos, ni se hacen negocios, ni se liga nada), en las artes de la lucha y la contienda, ya hablemos de boxeo, esgrima, fútbol, guerra o política propiamente dicha, es doblemente nefasta. Cualquier samurái se sabía esto de memoria, y tanto en los partidos de fútbol decisivos como en los duelos del lejano oeste, el primero que se impacienta y pierde los estribos, casca. «Le derrotó su impaciencia», se dice. Sin calma no se puede hacer casi nada, y desde luego, no se puede pelear. ¿Cómo logró el astuto Ulises, hace tres mil años y tras su legendaria odisea, regresar a Ítaca y acostarse otra vez con Penélope? Con mucha calma, con mucha paciencia, que son las bases de la épica culta. Es decir, no impacientándose jamás, no dar nada por hecho. Con fría parsimonia, que es lo contrario de la impaciencia bulliciosa de exhibe el PP, casi frenética. Que lean El arte de la guerra, escrito hace 2500 años por el estratega chino Sun Tzu. Y ahora se preguntarán quién soy yo para aconsejar al PP, y si es que acaso me he vuelto de derechas. Para nada, ni lo uno ni lo otro. Me permito este falso consejo porque sé que no me harán ningún caso. Están demasiado entusiasmados, demasiado impacientes. Puedo recomendarles calma, y quedar bien desde el punto de vista de la deportividad y neutralidad periodística, sin el menor peligro. No se calmarán nada. Se atolondrarán; es lo que hace la impaciencia. Atolondrar. Exigir tacos de salida en un maratón ya es mala señal, pero exigirlos con meses de adelanto es exagerado. A qué vienen tantas prisas, por favor.