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Apropósito del escándalo Ferreras (La Sexta), con sus amigos ‘periodistas' Eduardo Inda (fue director de El Mundo en Baleares) y Francisco Marhuenda (director de La Razón) grabados desacreditando a Pablo Iglesias y en audios de Villarejo –ciertamente un esperpento viviente de Valle-Inclán– que tiene grabado a la mitad más uno de los cretinos españoles y atemoriza más que El guerrero del antifaz. Podemos es un grano en el culo desde que aparecieron como grupo contrario a la política que este país llevaba a cabo desde siempre. Los cimientos de la corrupción, tan meticulosamente equilibrados desde la muerte del dictador, peligraban por primera vez en años y la sombra alargada de los veladores del orden y las buenas costumbres respondieron como solo ellos saben hacerlo, miserablemente.

El juego sucio no lo inventaron ellos, ha existido en todas las políticas, fueron los norteamericanos quienes hicieron gala del sistema con sus películas: Watergate, The Post, Nixon y medio centenar más. Si algo saben hacer bien los norteamericanos es retratarse en el cine. Las campañas televisivas y las de prensa contra Podemos hizo mucho daño a la formación y siguen porque obedeciendo al Generalísimo: «La mala hierba hay que arrancarla de raíz para que no vuelva a crecer». Lo más reciente ha sido la farsa a Irene Montero, la ministra de Igualdad, que produce gases fétidos a las ‘marujas' madrileñas y por si fuera poco es la esposa de Pablo Iglesias. Algunos siguen el juego porque les gusta o no tienen otra cosa que hacer, «que si el Falcón, que si con el dinero de los españoles, que si fue con sus amigas».

Desde La Moncloa se confirma que el viaje de Irene Montero a Nueva York no es oficial. ¡Mentira!, mienten y se quedan tan tranquilos. Las reuniones mantenidas por la ministra fueron comunicadas y difundidas por organismos como la Agencia de Naciones Unidas o la ONU-Mujeres, pero no lo dijo nadie, por lo menos al principio, porque escampar mierda de entrada beneficia al impotente. Los peligrosos no son los de Podemos, son los que dicen: «España es para los españoles» y desde aquí: «Mallorca es para los mallorquines». Cuando el diablo no sabe qué hacer, con el rabo espanta moscas.