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Francamente, si yo fuese brasileño no sé a quién votaría en las elecciones presidenciales. No es fácil tener que elegir entre un mastuerzo y un corrupto ¡Qué triste destino para un país enorme, impresionante en su variedad, riqueza y potencial!

Para hacernos una idea, la Amazonia brasileña tiene una superficie diez veces mayor que la de España. El estado de Sao Paulo es como la mitad de España, pero tiene la misma población que nuestro país y su PIB es casi la mitad del de España e igual al de Argentina y Chile juntos. Claro que también el 40 % de las favelas del estado no tienen agua corriente.

Los cuatro años de Bolsonaro se han caracterizado por el caos y por la exaltación de lo peor del país, la brutalidad, la violencia o la destrucción. Bolsonaro no respetó la Constitución ni las leyes cuando se oponían a sus designios mesiánicos. Usó a las Fuerzas Armadas a su antojo, fue indigno durante la pandemia destituyendo sucesivamente a dos ministros de sanidad y negando la peligrosidad mientras los ancianos y enfermos crónicos morían a miles diariamente y no había lugar para enterrarlos, resquebrajó la estructura del Estado a su antojo y cometió un sinfín de tropelías.

Lula da Silva es el abanderado de la izquierda, de las clases más desfavorecidas, la antítesis de Bolsonaro. Pero la realidad es que fue protagonista de uno de los mayores escándalos de corrupción de las últimas décadas en toda América Latina. «No puedo decir que en mi anterior gobierno no hubiera corrupción» dijo Lula el pasado agosto. Fue condenado, aunque con posterioridad, una hábil maniobra política llevó el caso de los tribunales del estado de Paraná al Tribunal Supremo Federal de Brasilia y ahí se decidió anular las condenas y excarcelarle. Nada impide que se inicie otra vez algún procedimiento contra Lula en la sede judicial oportuna.

Lula confiaba en salir elegido en la primera vuelta, pero él, los intelectuales y la izquierda en general, subestimaron la fuerza del bolsonarismo. La prueba es que, en el parlamento, el partido de Bolsonaro se ha alzado con una cómoda victoria. Lula tiene sus principales apoyos en el nordeste del país, más pobre, y entre la clase intelectual. Ser el candidato anti Bolsonaro no le convierte en persona de confianza y de esperanza. Uno de los dos vencerá en la ronda final el 30 de octubre, pero me temo que, en cualquier caso, Brasil perderá.