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Resulta que ahora tenemos una Agencia Espacial Española. Una AEE. Y si aún no la tenemos, la tendremos, porque nuestro osado Consejo de Ministros y Ministras escogió como sede de la futura agencia a la ciudad de Sevilla. Primero se designa la sede y luego ya veremos en qué consiste. La noticia tiene una semana, pero excepto los primeros días, no parece que se le haya dado toda la importancia que merece. Salvo los sevillanos, que lógicamente están muy contentos, apenas se han oído comentarios. Yo mismo, abrumado por la estupefacción, me quedé mudo. ¡Tenemos una AEE y nadie dice nada! Bueno, críticas y protestas de las comunidades no elegidas sí que hubo muchas, y muy duras por haberse quedado sin esa agencia, incluyendo las de los socios del Gobierno y las de Madrid, cuya presidenta denunció el odio gubernamental y la discriminación que sufren. Pero como eso ocurre siempre, hagan lo que hagan o si no hacen nada, no cuenta.

La cosa en sí (la AEE) no ha merecido comentarios. Resulta que éramos una futura potencia espacial, como el magnate Bezos y esos multimillonarios que se proclaman cosmonautas por subir en cohete a cien kilómetros de altura rebasando la estratosfera, y nosotros sin enterarnos. También se escogió A Coruña para albergar la futura Agencia Española de Supervisión de la Inteligencia Artificial (AESIA), lo que nos dejó más turulatos todavía. Quizá no seamos nadie en materia de inteligencia artificial, pero la supervisamos. Es decir, la supervisaremos en el futuro. El futuro es nuestro; el futuro, para el que se lo trabaja. Con esas futuras agencias, no habrá perro que nos ladre ni potencia que nos tosa. ¡Líderes espaciales! Espaciotemporales, para ser más exactos. ¡Supervisores de la inteligencia artificial!

La cuestión es liderar, lo que sea y aunque nos lleve su tiempo, como decía Luis Enrique y repite un tal Edmundo Bal, decidido a liderar Ciudadanos. Es decir, la nada. Y lo más importante. Gracias a esa futura Agencia Espacial de Sevilla, con un poco de suerte podré largarme a Marte. Toda la vida he querido nacionalizarme marciano, un sitio entrañable y solitario sin ningún futuro (pasado mucho), pero en el que tampoco hay líderes ni inteligencia de ningún tipo, ni nada que supervisar. Ventajas de tener nuestra propia Agencia Espacial.