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El año que se inicia seguirá presidido por la incertidumbre. Esto no representa un descargo para la economía; es la constatación de que formular augurios vehementes no es una buena estrategia para comunicar posibilidades futuras en un contexto económico muy azaroso. Cautela y modestia: estos deberían ser los mimbres. De entre los aspectos que los analistas pueden destacar para el futuro inmediato, es importante tener presentes estos cuatro.

1. La evolución de la inflación. Los modelos predicen una tensión inflacionista que no irá más allá del 5 % en 2023. Los datos más recientes de Alemania subrayan la contención de los precios, que ya han pasado de dos dígitos a uno solo en apenas dos meses. Las medidas contenidas en el llamado tope ibérico, aplicadas a otros países, están dando resultados para anclar la inflación. Esperemos que la tendencia se mantenga en los próximos meses.

2. Relacionado con lo anterior, tenemos la evolución de los tipos de interés. Esta es una importante clave de bóveda en la política monetaria, que incidirá sobre el resto de la política económica. La próxima reunión en febrero del BCE se puede encontrar, sobre la mesa, con esa trayectoria de reducción de los precios en el marco de la eurozona, con lo que es plausible pensar que el regulador central tendrá que dulcificar su posición. Dicho de otra manera: contener la subida de tipos de interés, lo cual sería una buena noticia, toda vez que los mercados van descontando subidas mayores de tipos en el futuro. Esto tiene otras derivadas: el debate sobre el límite de la inflación; ¿por qué persistir en el 2 %, una variable que emana del Tratado de Maastricht? ¿Sería posible repensar ese indicador y hacerlo más flexible? El tema se considera espinoso para los bancos centrales –tanto para el BCE, como para la Reserva Federal–, pero no es menos cierto que tal vez se deberán asumir criterios menos rígidos. La cuestión está siendo abordada, con rigor y datos, por parte de economistas como Olivier Blanchard, un experto caracterizado por su ortodoxia; y hace ya unos años premios Nobel de Economía como Georges Akerlof, Robert Schiller y Paul Krugman abogaban por esa revisión.

3. La cronología de la guerra será un factor clave. El enquistamiento del conflicto parece ser la tónica, por desgracia, en 2023. Y esto redunda en los condicionantes de incertidumbre.

4. Un rebrote pandémico, derivado de los sucesos al respecto que acontecen en China. Esto puede impactar sobre la evolución económica del coloso asiático y, por tanto, tener consecuencias en el futuro de la economía mundial.

En estas cuatro coordenadas, un aspecto resulta crucial: el mantenimiento de los estímulos económicos por parte de la política fiscal. Esto ha facilitado las recuperaciones que estamos viendo en España, pero también en otras naciones. Su precipitada retirada puede devenir en una recesión si, además, se abona con elevados tipos de interés. Lo dicho: cautela y prudencia. Estas dos pautas conductuales resultarán decisivas para proseguir en la senda de recuperación de una economía que puede haber superado lo peor del ciclo.