La única manera que se me ocurre para sobrevivir a semejante calor es estar bajo el aire acondicionado o bajo el agua. Tenemos la inmensa suerte de estar en una isla y con playas a veinte minutos como mucho, pero no todos podemos estar a remojo durante el día (obligaciones laborales y limitaciones biológicas, me temo). Otra opción es esconderse en el pasillo de los yogures del Mercadona, el sitio más fresco ahora mismo en la Isla, según la AEMT. Algunos palmesanos ya nos sabemos trucos para sortear las calles soleadas y a los cruceristas. Hay rutas alternativas para poder caminar a mediodía sin morir desmayado. Lo de ir a un parque infantil en Palma supone ya un grave riesgo para la salud: no tienen sombra y hay unos fantásticos toboganes metálicos ideales para achicharrar las posaderas de los niños y freír huevos sin utilizar combustibles fósiles.
Se habla mucho de la pobreza energética en invierno, de poner calefacción para no tener frío. Aquí la pobreza energética reside en carecer de aire acondicionado cuando azota el calor en un verano eterno que nos dura seis meses. No todos tienen la cala a dos pasos, ni una piscina o un aljibe para refrescarse. Y el cambio climático no es una amenaza del futuro: es hoy mismo a 42 grados.
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Llàstima que tenim negacionistes al govern