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Reconozco que siento un profundo interés por el exalcalde de Palma José Hila y suelo seguir todo lo que escribe en las redes sociales, sobre todo porque cualquier comentario que hace merece multitud de mensajes en contra, muchos despectivos, que demuestra el poco afecto que tienen una gran parte de los ciudadanos de Palma por su gestión la pasada legislatura en la ciudad.

Que Hila perdería las elecciones lo sabía hasta el CIS, pero lo peor de todo para los socialistas es que el desastre hubiese podido evitarse porque fueron muchos los que recomendaron a Armengol –servidor incluido– que cambiase al candidato de Palma porque la podía arrastrar a la derrota en las autonómicas. Así ocurrió y además de manera contundente, sin matices.

Este domingo volvió a demostrarse que la gestión de Hila al frente del PSOE de Palma tampoco merecía ningún halago. Los socialistas perdieron en dos terceras partes de los barrios de la ciudad y allí donde se impusieron lo hicieron por un puñado de votos.

Cualquier analista dentro de unos años llegará a la conclusión sin mucho esfuerzo de que Hila convirtió la ciudad de Palma en un solar donde los problemas se acumularon durante la legislatura, con la ayuda inestimable de Alberto Jarabo, por supuesto. Por mucho que se le criticase, el gobierno municipal siguió a la suya sin escuchar a nadie. La limpieza fue un desastre, los graffitis aparecían en cualquier rincón de la ciudad, y los nuevos proyectos brillaban por su ausencia, excepto la peatonalización de Nuredduna. No hace falta recordar el desastre que han provocado las obras del Passeig Marítim. Recordar también el episodio de su exdirector de Comunicación, a quien piden 17 años de cárcel, que tuvo su despacho puerta a puerta con el propio alcalde hasta que esta sección denunció la anómala situación. Dicho alto cargo, por cierto, ya había conseguido una plaza de por vida en una empresa pública.

Cualquier político con este bagaje tan catastrófico hubiese dimitido la misma noche de las elecciones tras pedir disculpas a sus votantes y al resto de ciudadanos por haberles defraudado. Esto sería en un país normal, pero no en Balears, donde el PSOE ha decidido que José Hila sea senador autonómico. En el Senado ya sabe que hay muy pocos que trabajen, lo cual es un alivio para todos aquellos miles de seguidores que tiene Hila en las redes sociales que le increpan cada vez que publica un comentario. Por estas cosas los ciudadanos dan la espalda a la política. Premiar a los que han demostrado su incapacidad como políticos es una muestra de deterioro de la política. Solo interesa perpetuarse en los cargos y seguir cobrando dinero público. Hila lo sabe muy bien.