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Siempre quise llevar una vida entre literaria y algo bohemia, pero con el tiempo fui descubriendo que tal vez no vine al mundo en el lugar adecuado. Mi querida ciudad natal, Palma, es una localidad que sin duda tiene muchas virtudes, pero entre ellas creo que no se encuentra la de favorecer la aparición y posible consagración artística posterior de los espíritus creativos algo melancólicos y errantes, al estilo de un Valle-Inclán o de un Alejandro Sawa.

Debería de haber nacido quizás en París, Praga, Madrid o Nueva York para tener opciones reales de llegar a disfrutar de una vida bohemia maravillosa y desordenada. Aun así, todavía no he perdido del todo la esperanza de llegar a cambiar algún día mi actual destino personal y literario. Por ello, he pensado en publicar en las redes un breve anuncio autopromocional, cuyo enunciado podría ser más o menos el siguiente: «Se ofrece escritor pobre y meditabundo a mecenas rico y alegre, o similar». Tan solo me falta decidir dónde podría encajar mejor un anuncio de este tipo, si en una web de demanda de empleo, en una de contactos o en una de eventos sociales.

Una vez encontrada esa persona salvadora y providencial, creo que mi vida podría empezar a ser, al fin, un poco más tranquila y serena de lo que lo ha sido en los últimos sesenta años. Y tal vez podría llegar a concretarse, de algún modo, esa existencia con la que soñamos siempre todos los bohemios, incluidos los palmesanos. Una existencia hecha de amor, libertad, gloria artística y una muy saneada cuenta corriente en el banco.