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Una mentira repetida miles de veces acaba creando una conciencia colectiva de veracidad. Se sabe incluso desde antes del nacimiento de Goebbels.

Durante décadas, la izquierda y el nacionalismo se han apropiado de dos normas, como si las hubiesen elaborado governs de su cuerda, cuando fueron iniciativas del Partido Popular. Una, la Llei de Normalització Lingüística, y otra, el hoy fenecido Decret de mínims, que algunos se empeñan en mantener vivo. Han sido mantras perpetuos de toda negociación sobre aspectos lingüísticos con las organizaciones sindicales y de padres, mayormente de la enseñanza pública. La LNL no se tocaba, era la piedra sobre la que el nacionalismo edificó su secta, a la que se sumó la OCB cuando esta entidad fue mediatizada y dejó de ser transversal y apolítica, pretiriendo la promoción de la cultura propia.

Lo cierto es que el conseller Francesc Gilet elaboró la ley y el Parlament -eran otros tiempos- la aprobó por unanimidad, aunque parece ser que nadie se la ha leído desde 1986. Porque resulta francamente difícil de digerir que la izquierda evite siempre mencionar algunos artículos de esta sacrosanta norma que únicamente requieren para su interpretación de saber leer y escribir, algo que, según el INE, pueden hacer todos los ciudadanos de Balears de más de seis años.

El artículo 18.1 de la totémica ley que protege la lengua propia de nuestra tierra reza así: «Els alumnes tenen dret a rebre l’ensenyament en la seva llengua, sigui la catalana o la castellana» y, continúa, «el Govern ha d’arbitrar les mesures adients de cara a fer efectiu aquest dret. En tot cas, els pares o tutors poden exercir en nom de llurs fills aquest dret».

Ignoro qué parte de este texto resulta difícil de descifrar para PSIB, Més, UGT, CCOO, STEI, UOB, OCB, FAPA y otros. Está escrito en perfecto catalán, deberían entenderlo.

A partir de aquí, y dado que la votaron a favor sin reservas, será bueno que los portavoces de la izquierda y el soberanismo hagan un esfuerzo de lectura comprensiva -a su alcance-, actúen en consecuencia y dejen de tratarnos como a imbéciles.

Produce hilaridad -a la par que ganas de llorar- la posición de Iago Negueruela con relación al modestísimo Pla Pilot del conseller Antoni Vera, voluntario para los centros, que descarta la segregación y es respetuoso con el límite establecido en la LEIB de Martí March, que resucitó en parte el Decret de mínims fijando de nuevo la obligación de impartir el 50 por ciento de la carga lectiva en catalán, en contra, por cierto, del olvidado Pacte Educatiu, que propugnaba la libertad absoluta de los centros para establecer un proyecto lingüístico singular. Además, es la LEIB de la izquierda la que ampara el derecho de las familias a escoger la lengua en que aprenden a leer y escribir sus hijos, algo que esconde Negueruela.

Para éste, Marga Prohens ha ido incluso más lejos que el inefable Bauzá. Hace falta tener cuajo para espetar semejante sandez, aunque el gallego sea especialista en meados fuera de tiesto para consumo de sus más acérrimos acólitos. En cambio, que Apesteguia suelte bobadas al respecto es algo esperable de su sectarismo. Y ya es mala suerte, cuando habíamos conseguido que Vox dejase de decir memeces, la izquierda se nos ha contagiado.