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Amenudo, y tal como están las cosas, ya no basta con desconectar. Eso que se llama desconectar ya no es descanso suficiente, necesitamos olvidar. Olvidar que somos españoles, España es así, un sitio donde jugar sucio es obligatorio en política o no duras ni un minuto sobre el terreno de juego, y por eso pasa lo que está pasando. Deberíamos poder olvidarlo al menos un par de horas al día, a fin de respirar un poco, coger fuerzas y el que tenga pilas que cargar, pues eso, que las cargue. Para ello no basta evitar informativos y telediarios, así como internet y conversaciones sobre asuntos de gran actualidad española, pues con una guerra bíblica de extermino aquí al lado, sería peor el remedio que la enfermedad. Necesitamos un olvido más profundo, y hoy en día no se puede recomendar el tradicional recurso de los enamorados de las pelis, que es beber para olvidar.

Aparte de que al menos a mí nunca me ha funcionado mucho, y sale bastante caro si tienes buen gusto en la materia. Dormir como un leño al influjo de ciertas palabras mágicas (amnistía, nación, Gobierno, golpe de Estado) sería muy oportuno, pero nada fácil; poca gente tiene agallas para eso. Se requiere una displicencia sobrehumana, un talento indolente muy escaso. Para olvidar quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos, también se recomienda el ejercicio físico, echar a correr, pero aparte de muy fatigoso, en este caso puede ser contraproducente, porque al dejar el cerebro libre y aburrido, lo normal es que se active y comience a tener ideas, más negras conforme pasan los minutos.

No, esa no es forma de olvidar. Para mí que lo recomiendan por el qué dirán. Tampoco la homeopatía es útil, pensando por ejemplo que peor lo tienen los argentinos siendo argentinos, o los norteamericanos siendo nada menos que norteamericanos, porque los males de muchos sólo consuelan a los tontos. La mejor técnica para olvidar consiste en engañar al cerebro haciéndole creer que lo peor está por venir. Así se olvida de los males del presente concentrándose en los del futuro, digamos un tiro por elevación. Y una vez en pleno apocalipsis, con un poco de práctica ya se puede dormir como un bebé. Porque ya total, qué más da.