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El destino dibuja extrañas piruetas sobre el papel en el que se escribe la historia. Justo el día después del anuncio de la ‘resurrección’ de Unió Mallorquina, la muerte se llevó a Jeroni Albertí, su fundador y pieza clave en el artesonado de la autonomía balear. Le conocí de cerca; entre nosotros nunca floreció, espontánea, la confianza, pero sí el afecto. En 1979, cuando se celebraron las primeras elecciones municipales de la entonces recién estrenada democracia, yo militaba en la UCD, procedente de aquella fugaz Unió Autonomista de Josep Melià. La confección de las listas tenía el fragor de un río caudaloso y en cada pueblo había una persona que manejaba el cotarro sin exceso alguno de democracia interna, todo sea dicho.

En sa Pobla el máximo responsable de la UCD era mossèn Melcior Tugores, enfrentado al alcalde franquista y entonces presidente de la Cooperativa Agrícola, Rafael Serra. Aquella guerra tribal -que, en cierto modo, aún colea- marcaría el carácter de las primigenias elecciones y de muchas otras. El candidato elegido por el astuto presbítero fue don Bartomeu Siquier, persona de intachable trayectoria y prestigio reconocido. Contra todo pronóstico el centro democrático de Suárez y Albertí perdió los comicios poblers en favor de una candidatura independiente liderada por Serra. Yo participe en aquella campaña desde la base, sin figurar en ningún puesto de la lista ni aspirar a ello.

Tras la derrota -que nadie se explicaba aunque algunos la vimos venir- solicité audiencia con Jeroni Albertí, que no me conocía de nada. En una breve reunión le aporté una de las claves de la debacle: la candidatura centrista, de carácter casi exclusivamente payés, había dejado de lado a los xuetes, la mayoría de ellos comerciantes que veían con preocupación los bandazos de la nueva situación política. Cuando le expliqué mi punto de vista Albertí abrió unos ojos como platos. Luego reflexionó un momento. Casi no pude distinguir su voz queda: «creo que tienes razón». El jueves me llamó Santiago Coll, colaborador muy estrecho del líder desaparecido, «me gustaría que escribieses que me siento muy triste», me dijo. Durante un largo rato, recordamos anécdotas de Albertí, Melià Pericàs, y otros políticos desaparecidos que ambos tratamos de manera muy cercana. Se nos ha ido un patriarca del auto gobierno. Descanse en paz.