Máxima indignación. Sí, eso es lo que siento al saber que problemas que tienen fácil solución y que dignificarían la vida de las personas afectadas, se meten en un cajón y no se les da respuesta. Esto es lo que está pasando con las personas diagnosticadas con esclerosis lateral amiotrófica (ELA). El Congreso de los Diputados aprobó por unanimidad (algo sumamente excepcional) la pasada legislatura la ley ELA, que garantizaba el derecho a una vida digna de las personas que la padecen.
Desafortunadamente, decayó por el adelanto electoral que decidió Pedro Sánchez, tras el varapalo de las elecciones autonómicas y municipales.
Puedo entender esta estrategia electoral, pero no que siga sin aprobarse; ha sufrido 41 aplazamientos. Todos los partidos políticos son conscientes de que hay que dignificar la vida de las personas diagnosticadas con esta drástica enfermedad, una de las más duras que existen porque no tiene cura y acaba matando las neuronas. «Es cómo una trituradora», según la describen los propios afectados.
El argumento que dan desde el PSOE es que debe modificarse el texto aprobado por todas las fuerzas políticas del arco parlamentario para que abarque a más enfermedades. Me parece bien, pero se puede aprobar la normativa acordada y, posteriormente, modificarla o aprobar una para otras patologías o darle prioridad máxima, cómo se ha hecho con la de la amnistía. Si hay interés, hay numerosas opciones. Lamentablemente, muchos de los enfermos de ELA no la verán en vigor y morirán en condiciones indignas. Entiendo que esta normativa da pocos votos, pero a cualquiera nos puede tocar. Como me decía uno de los afectados, «es una lotería que te toca sin jugar.» Señores políticos, por favor, tengan dignidad, ya que de eso depende que los últimos días, semanas o meses de algunas personas también la tengan.
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La culpa es de los taxístas.