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Las alcachofas todavía están en su mejor momento, por lo que no conviene escatimarlas sino abusar de ellas mientras estemos a tiempo. La felicidad en este mundo no dura y ya habrá tiempo de comer otra cosa cuando se acaben. De momento, hay que aprender a mirarlas antes de meterlas en la bolsa de la compra porque se trata de una belleza muy hermética y encerrada en sí misma, como no podía ser menos en la flor de un cardo. ¡La flor de un cardo! Nunca se elogia suficiente el valor estético de lo inesperado. Una buena alcachofa es algo enormemente serio, y complicada de preparar, por lo que no puedes zampártela así como así. Requiere su tiempo, sus preámbulos. Nada de frivolidades.

Alice B. Toklas, compañera, cocinera (sus pastelillos de marihuana eran célebres en París) y amante de la famosa escritora Gertrude Stein, aseguraba en La autobiografía de Alice B. Toklas que las alcachofas aumentaban la severidad intelectual de Gertrude y su espíritu crítico. No me extraña, es lo que cabe esperar de la flor de un cardo. De moralidad intachable, por cierto. Además, contienen cinarina, un compuesto bioquímico que inhibe los receptores del gusto, engañándolos, de modo que cualquier cosa que tomes parece dulce. Falsa dulzura, naturalmente. Qué otra cosa es la belleza. Niki Solnit, en su colosal Enciclopedia de los sabores, lo llama insincera dulzura, lo que todavía me gusta más. Cierto que la cinarina es gran enemiga del vino, por lo que ningún petulante degustador de vinos se acerca a las alcachofas y eso que se pierde. Por quisquilloso. A mí ese detalle del vino jamás me ha estropeado unas alcachofas al whisky con ajos tiernos, ni con foie y queso rallado, ni completamente desnudas. El vino que se las arregle como pueda. Las alcachofas también se llevan bien con el limón, el ajo y la menta, y no tanto con los noviazgos ocasionales, por exceso de dulzura insincera. Al menos, eso dice la señora Niki Solnit, que perdió así un novio italiano, pero se quedó tan contenta tras unos burbujeantes rigatoni con tocino, alcachofas y parmesano. En fin, aprovechen ahora esa falsa dulzura, que es de largo la mejor. Son tiempos duros, pero hay alcachofas. Aún están en su momento.