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De cada vez parece más evidente que vivimos un cambio de era, las incertidumbres superan con creces las certezas y los parámetros con los que nos habíamos orientado en el pasado no sirven hoy.
Estamos inmersos en una reestructuración geopolítica, donde Estados Unidos y China pugnan por ser hegemónicos en sus respectivos bloques; una reestructuración que se evidencia en Ucrania con una guerra que no parece vaya a acabar en breve; y en Oriente Próximo con una escalada bélica que no ha hecho más que comenzar, y que algunos están aprovechando para hacer una limpieza étnica como la que ellos mismos sufrieron en el siglo pasado.

Una incertidumbre que se traslada al mundo de la política en forma de polarización y que genera inestabilidad. Algunos pretenden llevarnos a situaciones donde todo vale, donde la separación de poderes queda difuminada y la judicialización de la vida política hace que la judicatura interfiera en la toma de decisiones políticas, y contribuya a la deslegitimación, tanto de la clase política como de las instituciones.

En este escenario incierto celebraremos el Primero de Mayo, día de reivindicación de la clase trabajadora. Este año queremos reclamar mejoras en las condiciones de trabajo, poniendo en el centro el pleno empleo de calidad, la reducción de jornada y aumentos salariales que compensen la subida de precios que hemos estado –y estamos– sufriendo. Pero también queremos reivindicar mejoras en las condiciones de vida de las trabajadoras y trabajadores de nuestra comunidad.

Porque las incertidumbres en el plano político están generando distorsiones importantes en el ámbito socio económico; vivimos momentos en nuestro país, pero muy especialmente en nuestras islas, de crecimientos importantes del producto interior bruto, con récord de afiliaciones a la seguridad social mes tras mes, y el paro baja prácticamente a niveles de pleno empleo, donde la negociación colectiva nos da, en la mayoría de los casos, importantes subidas salariales, aspectos todos ellos que no parece que se vayan a ver truncados en el corto plazo, fruto de una elevada demanda del llamado ‘producto Balear'.

Pero este, a priori, buen momento económico no se traduce en progreso para nuestra sociedad, más bien al contrario; se pierde PIB per cápita año tras año; cada vez es más difícil adquirir una vivienda, sea en propiedad o en alquiler; la cesta de la compra se encarece, sin visos de estabilizarse. En definitiva, nuestras islas son, de momento, un buen lugar para vacacionar, pero no para trabajar y vivir. Basta ver las dificultades que tiene nuestro mercado de trabajo para encontrar personas trabajadoras dispuestas a venir a nuestras islas.

Nuestro modelo económico falla en lo esencial: la distribución de rentas está totalmente desequilibrada y unos pocos acumulan mucho capital frente a una gran mayoría que tienen vidas precarias, especialmente los más jóvenes, condenados a vivir con sus padres o compartiendo piso, generando un malestar creciente que nos puede costar muy caro.

Con todos estos ingredientes afrontamos un Primero de Mayo cargado de reivindicación, para mejorar las condiciones de trabajo –empleo, jornada y salario–, pero sobre todo reivindicaremos unas mejores condiciones de vida; porque si el trabajo no contribuye al progreso, el conflicto está servido.
¡Viva el Primero de Mayo!