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El Govern, por boca de su portavoz parlamentario, rechazó el apoyo envenenado de los socialistas para ‘resolver' el culebrón de Le Senne; «Ni Armengol ni el PSIB –aseguró– son de fiar». Y no lo son –en ese caso particular– por su condición de políticos vicarios de Sánchez. Debo confesar que años ha, cuando leía o escuchaba acerca de las finas habilidades del todavía presidente en el arte de marear la perdiz para salirse siempre con la suya, pensaba que en todo eso había algo de exageración. Estaba equivocado: ese hombre es el diablo en persona, el enredador más hábil que vieron los siglos quizá desde Fouchet, el liante al que no le comprarías no ya un coche usado, ni siquiera un cargador de móvil.

Las últimas prédicas de Sánchez pretenden asustar a los bobos –son legión– con la «grave amenaza» de «la hidra de las tres cabezas», que él presenta como la secreta alianza del PP con Vox y ese loco de Alvise. Es falso. Demasiado sabe que esas tres opciones políticas –la última no es ni siquiera un partido– no son lo mismo. Pero sabe también que meterlos a todos en el mismo saco es la estrategia perfecta para acotar a los populares el camino hacia una victoria electoral que les permita formar gobierno. Por eso seguirá en su empeño embaucador sin que se le suban los colores a la cara ni un solo momento.

Volviendo a Sebastià Sagreras y a su rotunda afirmación. Quizá el de Campos no sepa que con ella se ha puesto a la altura intelectual de dos referentes morales de la hoy sacudida Francia. Esa izquierda no es de fiar, afirmó Peixet. Lo mismo explicaron en Francia Serge Klarsfeld y Beate, dos referentes morales en la lucha contra la extrema derecha y el antisemitismo. El padre del primero murió en Auschwitz y ella propinó en su día dos bofetadas en público al excanciller alemán Kurt George Kiesenger, antiguo nazi. Pues bien: ambos advierten del peligro que encierra el nuevo Frente Popular francés, que es dónde están ahora las banderas del antisemitismo e incluso una cierta revisión del Holocausto.

Recordarán mis lectores que hace poco un payes de Llubí –presuntamente iletrado– me sugirió algo parecido: «Creo que lo que ahora llaman extrema derecha no es lo mismo de antes». Me parece extremadamente curioso que un hombre del pueblo, un portavoz autonómico y dos intocables del pensamiento intelectual francés coincidan: es en la orilla izquierda del Pecos donde ahora mismo no son de fiar. Especialmente Sánchez.