TW
2

El pacto entre el PSOE y ERC para la financiación singular de Catalunya, como no podía ser menos dada la singularidad de todos los asuntos catalanes, resultó ser tan vago, impreciso, interpretativo y ambiguo, además de brumoso, como las clásicas imágenes de la niebla en el pantano. No se ve nada, pero ahí puede haber de todo, y también lo contrario. Y naturalmente, mientras el Gobierno saca pecho y celebra el fin del ‘procés' sin dar ninguna explicación, muchos otros, no sólo de la oposición, han creído ver entre la bruma la conocida silueta del monstruo del lago Ness. La gran singularidad, desde luego. Y menudos aspavientos, qué griterío. Si entre los girones de niebla se ve un monstruo, qué no habrá en las profundidades de la laguna. Criaturas malignas, fantasmas, muertos vivientes… ¡Fiscalidad desigual! Es decir, el fin de la nación española, que no es una cuestión de filosofía, sino de dinero. Eso que brilla en la niebla. Dinero. Normal el tremendo alboroto que se ha montado con ese pacto singular, que como las singularidades astronómicas, es incognoscible por definición. Para los patriotas españoles, la singularidad catalana era sólo cuestión de dinero, pero se equivocan. A lo que aspiran es a la singularidad en sí, y si en España sólo hubiese, digamos, dos únicas comunidades autónomas, la catalana y la vasca, y el resto fuese España propiamente dicha, estarían más contentos con muchas menos competencias estatutarias, como Escocia o Flandes. Es el café para todos lo que les sacó de quicio, y lo que fastidiará este pacto si el Gobierno pretende hacerlo extensivo a todos. Pero estoy hablando por hablar, como todos, ya que la extrema vaguedad de lo pactado impide formular ningún juicio. Y porque además, pese al griterío, dicho pacto todavía no está cerrado. Aún falta que la militancia de ERC lo acepte mediante consulta, y esa consulta es precisamente hoy. Aquí conviene recordar que la militancia de ERC, como ha demostrado otras veces, también es singular, incluso muy singular, por lo que quién sabe qué verán en la neblina, y cómo lo interpretarán. Quizá vean al monstruo, quizá no. Al cabo, lo propio de toda singularidad es que no se sepa exactamente qué es.