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Caramba, al menos se puede exigir originalidad. En materia de corrupción política en este estado existe un muestrario amplio. Lo suficiente para asumir que el chaparrón caerá, ya sea hoy o mañana, le toque el turno al lado que sea. Igual que dentro de cada español hay un seleccionador de fútbol, cabe en su interior un crítico de corrupción. Se deben afrontar la lectura de los periódicos tal como hace cinco siglos se leía la novela picaresca: le retratan a uno el desastre, pero al menos, pasarlo bien. Valorar a héroe, antihéroe, trama y desarrollo de la acción. Desde esa perspectiva, el ‘caso Koldo’ se convierte en una doble decepción. Por un lado una presunta panda de chorizos que hace caja en plena debilidad del sistema por la pandemia. Por otro, una banda carente de originalidad, casposa y sin nada que aportar al género. En ese flanco, el gobierno de Pedro Sánchez se ha revelado incluso más carente de ideas que sus predecesores. Nada de modernidad y misma falta de estilo. Un caso digno de Jesús Gil, Julián Muñoz o de Eugenio Hidalgo, por irnos al referente local. A falta de corroboración definitiva, la prueba del nueve de la falta de imaginación la plantea el asunto Jessica. Los informes de la Guardia Civil apuntan a que el entonces ministro de Fomento, José Luis Ávalos, le puso un piso a una tal Jessica que pagaba la trama beneficiada por sus gestiones. Hay que ser cutre y poco original. En este país le han puesto piso a la querida decenas de prohombres sin pagarlo de su bolsillo. De Jessica a Bárbara (Rey) va un nada. Ninguna innovación ahí. Tampoco se crea nada en la mensajería. Un montón de ‘te quiero’. Ya lo vimos: ‘amiguito del alma’ se llamaban en la Gürtel valenciana. Hay un fracaso aquí doble: ni se evita el mal ni se aporta nada nuevo en él. Ya que le roban a uno, al menos que sea entretenido.