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Pasando unos días en mi refugio astur, donde el tiempo transcurre de otra forma porque no lo visito tanto como me gustaría, voy a encender la chimenea con un papel de periódico viejo y me doy de narices con una realidad que ya no existe, es decir, la de los anuncios de ciertas señoritas que ofrecen ciertos servicios de cierta naturaleza. Y no estoy hablando de un periódico del siglo pasado, ni mucho menos, sino de apenas hace una década, por lo que quienes pueblan sus páginas en las secciones de política nos resultan más que familiares. Es decir, que por una parte, hay en el susodicho periódico una sección anacrónica que sorprende más que mucho porque hoy día es algo que no puede ser mostrado a simple vista (porque no nos engañemos, eso ha sido lo que ha pasado con esas señoritas y sus servicios, y no tiene nada que ver con legislar ni intentar mejorar su situación), y sin embargo, los tejemanejes y salidas de tono políticas con personajes de uno y otro pelaje que abren la boca y dicen lo primero que se les ocurre, siguen estando a la orden del día y son por supuesto bien visibles, tengan o no visos de realidad. Por eso hay tipos capaces de llegar a diputados hablando de cosas que no existen, y por eso hay personas que denuncian a personas basándose en informaciones anónimas sin contrastar... porque lo importante, eso sí, es que no veamos la realidad real ni pensemos en ella, que lo que tiene que primar es la decencia y las buenas maneras, faltaría más. Y como siempre, uno contrasta pasado y presente, y no puede evitar pensar que los tiempos que vive son muy extraños... y que Orwell tenía más razón de la que pensábamos en un principio, por desgracia.