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Mi vecino Jaume es autónomo del sector agrícola, casado, con dos niños. Hace unas semanas se quemó accidentalmente una pierna y desde entonces no puede trabajar. El mes pasado la Mutua le abonó 467 euros y él pagó 387 de cuota a la Seguridad Social. Como resultado, ganó 80 euros. Otro vecino, Toni, es mestre d’obres. Pronto hará un año que sufre dolores fuertes y agudos. Sin embargo, no se puede dar de baja y aún espera que le operen. A Toni no le queda otra que currar. Esta es la realidad cierta de unos trabajadores autónomos que conozco y que viven muy cerca de mi casa. Sin embargo, trascienden otras realidades, las aparentes. Una la proyecta la ministra de Trabajo. Yolanda Díaz se llena la boca con los derechos laborales, los escudos sociales y las inspecciones a empresarios explotadores, pero obvía la situación sangrante de los autónomos. Otra apariencia es la de los Reyes y de Pedro Sánchez, que al quinto día del desastre se presentan en Valencia para verlo y consolar a las víctimas. Era el primer día con katiuskas, impermeable, escoba, músculo y ánimo, cuando tocaba estar allí. Fue lo que hicieron el canciller Schroeder por las inundaciones del Elba en 2002, Rafael Nadal tras la riada de Sant Llorenç de 2018, y miles de personas responsables de lo suyo y de lo de los demás hace unos días. Existe una realidad auténtica y que nos importa, la de los autónomos, la de la gente corriente y consecuente, incluso la de los indignados con sus gritos y bolas de barro, y la de quienes no tocan con los pies en el suelo. El tema es que estos mandan y nos representan.