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Esta semana he añorado mi columna diaria, pues la libreta de notas rebosa como la copa del salmista. Valencia, la desolación, el desbarajuste entre las distintas administraciones, el estallido de Paiporta y la huida conejera de Sánchez del peligro, destacada por toda la prensa extranjera y silenciada –o manipulada– por los medios manumitos del suelo patrio. Y finalmente la rotunda victoria de Trump que ha dejado sin palabras –quizá sea solo postureo hipócrita– a la mitad más uno de los colonos de la ribera izquierda del Pecos. Me ha recordado a un excolaborador que mantenía su postura mediática y políticamente correcta incluso en la intimidad de las reuniones a puerta cerrada. Le decía: «Conmigo no tienes que fingir, aquí, entre nosotros, o hablamos a calzón quitado o nunca pisaremos el suelo de la realidad». ¿Finge la izquierda que el triunfo de Trump le viene de nuevas? Creo que sí porque están instalados en la mentira que ellos mismos transmiten. Incluso es posible que algunos se hayan llegado a creer su propia farsa. ¿Acaso no saben que el norteamericano medio está hasta el gorro de la inflación que corroe su cuenta bancaria? ¿Por ventura no se han apercibido del espíritu de rebelión que se ha formado en el mundo rural contra las élites urbanas que, desde la abundancia, nos sermonean todo el santo día acerca de las bondades de la cultura woke? No se trata solo de algo que anide en el país del tío Sam, también en Europa tenemos unos agricultores que se echaron a la calle en la pasada primavera y que volverán a hacerlo cuando la UE –si es que se atreve– les de otra vuelta de tuerca. A ver: Trump es un tipo muy poco recomendable, de una catadura humana y moral que asusta. Pero resulta que le votan los pobres, los que ven cómo su mundo de seguridad –fiado en unos parámetros ancestrales– se desmorona por obra y gracia de una nueva sociedad construida sobre la hipocresía, el buenismo y la descomposición de la economía tradicional. El voto a Trump, a Orbán y a Milei es el voto del miedo. Quienes lo practican creen en las soluciones fáciles para los problemas difíciles, y vete tú a saber si –al menos en algunos casos– no les asiste algo de razón. Poca autoridad moral tienen ahora mismo personajes como Sánchez, que ha convertido la extrema derecha en el pim pam pum de todos sus exabruptos sin pensar que él gobierna con los del otro extremo. Ojo al voto del miedo y de la rabia, don Pedro.