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Esta cinta (Marcel Langenegger, 2008) cuenta la historia de un auditor sometido a un peligroso juego de engaños y manipulaciones. El Washington Post afirmó que Biden ha autorizado a Ucrania a usar misiles ATACAMS en territorio ruso; el ministro de AAEE francés Barrot también valora esa opción y Borrell insiste en apoyar a Ucrania, coincidiendo con manifestaciones pro ucranianas en varias ciudades europeas. Peskov, portavoz del Kremlin, reaccionó diciendo que la medida echa más gasolina al fuego. Por el contrario, Lord Ricketts, exasesor británico de seguridad nacional, aseguró en la BBC que Rusia no se atreverá a incrementar la espiral de la guerra. Nick Paton Walsh (CNN) señala que la escalada militar la heredará Trump, aunque cree que no cambiará el curso de la guerra. Tras la invasión rusa, el mantra fue: «Guerra brutal, sin razón ni provocación». Stoltenberg se traicionó luego al afirmar que Rusia sí tenía una razón, la de alejar los misiles OTAN de sus fronteras, pero había conseguido lo contrario, con la entrada de Suecia y Finlandia. En otra contradicción señaló más tarde que la guerra, realmente, había comenzado en 2014. Un audio filtrado (Reuters) entre Victoria Nuland, secretaria de Estado asistente para Europa, y el embajador estadounidense en Kiev, Geoffrey Pyatt evidenció la vergonzosa estrategia de los EEUU para derrocar al presidente de Ucrania en 2014 e incluía insultos a la UE. Angela Merkel y Françoise Hollande reconocieron que la paz de Minsk fue solo una excusa para armar a Ucrania. Ursula von der Leyen, que a la pregunta sobre si su hijo iría a la guerra respondió un «no» con sorna, afirmó inicialmente que se dejó de comprar gas ruso para ahogar económicamente al país, luego dijo que se compraría, porque si no Rusia ganaría más vendiéndolo a otros países, y ahora se queja de que Rusia chantajea a Europa no vendiéndole gas a Austria. Engaños y contradicciones de los títeres de un poder económico que quiere guerra.