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Hace tiempo que quería escribirlo, pero han ocurrido dos acontecimientos que me han impactado de forma diferente, pero con igual magnitud. La primera es la imagen maravillosa del obispo Taltavull en la presentación del libro de mi otro obispo, Jaume Santandreu. No desearía por nada del mundo ofender la sensibilidad de los creyentes y practicantes oficiales, ni aún menos al señor obispo. No tengo el gusto de conocerle, pero compartimos una pequeña charla telefónica. Intuí un pastor inteligente, misericordioso y cercano. Pero aquella imagen juntos en un acto público del obispo con el pastor de los perdedores me llenó de gozo y esperanza. Por fin tenemos un jerarca de la Iglesia que entiende y acepta las dos Iglesias. Parece que la semilla del papa Francisco empieza a germinar. Las dos Iglesias no son antagónicas, son complementarias. Los inmensos errores de la máquina de poder de la Iglesia han sido apoyar a dictaduras, inquisiciones, ocultación del pederasta y estigmatización de grupos humanos. Aquella necesita una catarsis profunda en todos los sentidos.

El otro episodio impactante ha sido la muerte de mi paisano, querido y admirado Guillem Feliu. Lo que ejemplifica el título de mi reflexión es que su última llamada y confesión la realizó con el obispo de los desahuciados, Santandreu, si bien me consta que amaba la Iglesia hasta su última entraña y tenía en enorme estima a Taltavull a pesar de las discrepancias con la Iglesias vaticana o del poder. Guillem no fue escuchado, su inmensa sensibilidad era una carga que no pudo soportar, hasta donde sé, con un dolor inconmensurable. No soy juez, ni policía, ni cura inquisidor, por esto puedo gritar hacia el desierto de su soledad que le sigo queriendo, admirando y validando su inmensa labor humana. La gran fortuna de que nuestra Mallorca tenga dos obispos es un privilegio. Así, los pecadores irreverentes, perdedores, desheredados, triturados por el sistema... tienen una representación digna y conciliadora. No sería justo si no constatase que la Iglesia oficial llega a muchos de ellos: desde la intelectualidad teológica de mi admiradísimo Tomeu Bennassar, mi adorado pare Llorenç, mi ejemplar y santo en vida Tomeu Suau y otros que no cito, pero están; también la extraordinaria labor de Cáritas, etc. Conozco a muchas personas que han tenido que realizar el peregrinaje del desaprender para reconciliarse con la Iglesia. En el pasado ha cometido demasiados errores imperdonables incluso desde la misericordia humana. El peor fue suplir el mensaje simple y claro de Jesucristo en una estructura de poder, rancia, hipócrita, misógina y dogmática. La imagen de reconciliación entre los dos obispos debe servir para compartir esperanza. La religión no es indispensable y, en ocasiones, resulta perniciosa; aunque la espiritualidad es imprescindible.