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Grande ha sido la convulsión que la victoria de Donald Trump en las últimas elecciones useñas ha provocado, no solo entre la progresía o mundo woke norteamericano sino también entre nuestros progres; que se parecen a aquellos como dos gotas de agua. A mi me ha recordado una curiosa anécdota protagonizada por el célebre periodista ya fallecido, autor de La hoguera de las vanidades, Tom Wolfe. Ocurrida en noviembre del año 2000 en Nueva York. George W. Bush, siendo republicano se había atrevido a ganar las elecciones presidenciales, en lid con el demócrata Al Gore. Para la progresía Bush era un fascista como Trump. Razón por la cual, los progres norteamericanos tenían que emigrar del país, exiliarse. Esa fue la noticia que corrió. Y Wolfe, como periodista de raza quiso confirmarla; para lo que visitó los distintos aeropuertos neoyorkinos, con la esperanza de ver huir a los grandes reconocidos progres del país. La izquierda exquisita; también título de otra de sus novelas, no podría soportar tanta humillación. Mas, lo cierto fue que el periodista no pudo confirmar la noticia por más que lo intentara, porque, la verdad, no vio a ningún progre huir de los EEUU.

Yo viví unos hechos a los que encuentro cierta analogía con la anterior anécdota. Fue cuando Aznar iba a gobernar el país a pesar de no haber alcanzado la mayoría absoluta. Todavía no se daba la compra espuria de votos. El protagonista, un magistrado. El lugar, la barra del ya desaparecido Bar Ramón, junto al Palacio de Justicia de nuestra ciudad. El ambiente, un corrillo de gente del foro. La verdad es que la conversación estaba connotada por el ambiente claramente ‘progre’, con algunos abogados jóvenes que contribuían al ambiente; woke o pijoprogre, que ‘tanto monta …’ Su señoría no defraudó cuando se puso a despotricar contra el PP y contra el candidato a presidente, Aznar. En su incandescente perorata llegó a decir que tendría que pedir la excedencia. No llegó a plantearse el exilio, pero llevaba camino de hacerlo. Entonces, uno de quienes formaban el corrillo le comentó ingenuamente, supongo, que debió pasarlo muy mal tantos años como llevó aplicando leyes franquistas. Porque no se exilió, ni siquiera pidió la excedencia… Mantuvo una actitud heroica…