Me alegró su mejoría y me emocionó que hubiera introducido el «gozo» en su breve comunicación; en ella no da testimonio de su entrega, trabajo, compromiso o dedicación, en ella da testimonio de su gozo.
Leo el último libro publicado por Teodor Suau y tomo buena nota de la cita que hace de Crispín Sartwell: «Entré en una iglesia católica medieval… No podía ver claramente el retablo, pero reflejaba una preciosa luz a través de los dorados. Unas mujeres rezaban. Yo no creo en Dios, pero sentí una presencia que llenaba un espacio dentro de mí. Tal vez me encontré con ese deseo de Dios que han experimentado los fieles a lo largo de los siglos. De repente, me di de bruces con el Misterio».
De esta manera, Sartwell no da testimonio ni de los milagros de los santos ni de las gruesas enciclopedias teológicas ni de las grandes obras de arte sacro, pero sí del «deseo» de Dios en miles de corazones. Quedo yo preguntándome: ¿qué fuerza tendrán el gozo y el deseo para testimoniar tanto?
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