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Aunque hay asesinos natos, se trata de casos aislados, poco representativos. El asesino no nace, se hace. Exige un considerable esfuerzo cultural, una tradición, un aprendizaje. Quizá una ventaja evolutiva. Según el Génesis bíblico, cuando en la Tierra sólo había una pareja humana que tuvo dos hijos, uno de ellos, de nombre Caín, era un asesino. Pero ni la Biblia ni este Caín inventaron nada, porque todos los mitos religiosos fundacionales, de todas las civilizaciones, suelen comenzar con un asesinato, o varios. Algo al parecer indispensable para asentar unas creencias, un orden, un sentido. Una cultura. La Biblia fundó un par de religiones importantes, pero en tanto que narración literaria, no es nada original. Es vulgar, repetitiva y cargada de tópicos; tanto el asesinato primigenio como los diluvios universales, por no hablar de las vírgenes, ya estaban inventados miles de años antes.

Caín no era un pionero, sino un imitador. Pero claro, aquí no vamos a perder el tiempo indagando quién fue el primer homicida, sino a destacar que se trata del invento más genuinamente humano, el característico de la especie, y desde luego, el primer gran invento de la humanidad. Anterior a todas las escrituras que así lo confirman, que son innumerables, y entre las que recomiendo El asesinato considerado como una de las bellas artes, del periodista inglés comedor de opio Thomas de Quincey. El asesinato es el invento cultural definitivo, y existen docenas de variantes. Asesinatos de Estado, convencionales, aleatorios, pasionales, políticos, intelectuales, de género, accidentales, lúdicos, defensivos, inevitables, casuales, estadísticos, financieros, patrióticos, recreativos… Hasta asesinatos por mandato divino tenemos en abundancia. De hecho, cualquier excusa es buena para eso. Y naturalmente, apenas inventado el asesinato ya se institucionalizó, organizándose de forma masiva y jerárquica, lo que facilitó la creación de naciones, himnos militares, banderas, códigos legales y una apariencia de orden. El arte de la guerra, que explicó Sun Tzu quinientos años ante de Cristo. Un arte derivado del asesinato, padre de todas las civilizaciones del mundo. A que no se habían fijado.