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Andrew Bergaman (1994) dirige esta encantadora comedia, muy propia de estas fechas, sobre mantener el compromiso de la palabra dada, la generosidad y la honestidad al ganar un premio de lotería. Sorprende que los seres humanos realicemos grandes hazañas científicas, complejas obras de ingeniería o arquitectura, y a la vez creamos en la suerte. Hacemos colas interminables ante cierta administración de lotería, elegimos el día para comprar, seleccionamos cuidadosamente la posición en la cola o entramos en el local con el pie izquierdo. Algunos se desesperan si no logran el número de sus sueños y hay quien cree que frotar el décimo trae suerte. Desde un punto de vista científico y estadístico, asumiendo que el bombo no está trucado, cosa que dadas las continuas comprobaciones es casi imposible, todos los números tienen igual probabilidad de salir y no hay números «bonitos». Mi abuela, una riojana pragmática, me lo explicaba con lucidez pasmosa: «¿Sabes cuál es el número bonito? Pues el que toca, los demás son horrorosos». Conviene recordar que los premios superiores a 40.000 euros están sujetos a un 20 % de retención, que practicará la entidad pagadora. Además, según un informe del Fondo Nacional para la Educación Financiera (NEFE), aproximadamente el 70 % de los ganadores de la lotería se arruinarán en tan solo cinco años. Se aducen razones de falta de educación financiera, planificación inadecuada y decisiones impulsivas, como gastar el dinero en lujos, pagar deudas sin considerar las penalizaciones o realizar inversiones poco seguras. Quizás en los décimos de lotería, como en las bebidas alcohólicas, debería añadirse algo así como: «Use responsablemente el dinero ganado». Felicidades a los premiados y ojalá que su comportamiento esté presidido por la generosidad, como en el filme y miren a las personas de su entorno más necesitadas. Un consejo: visto el TIMSS y el PISA de Baleares, invierta en reforzar la educación de sus hijos.