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Técnicamente, la Nochebuena se la inventó en el siglo IV el papa Julio I, un pontífice muy sagaz que escogió la fecha del 25 de diciembre, solsticio de invierno, como día del nacimiento de Cristo. Y no sólo porque se cumplen 9 meses desde la fiesta de la Anunciación el 25 de marzo, equinoccio de primavera, y este papa estaba en todo, sino principalmente para hacer coincidir la Navidad con las célebres fiestas Saturnales de los romanos en honor de Saturno, Dios agrícola, en las que durante una semana se derogaban las leyes y las clases sociales, y la gente se divertía horrores 200 años a.C. con banquetes públicos, luces, regalos, orgías, casas adornadas y muchas antorchas. Al poeta Catulo le encantaban, y este papa infalible aprovechó la tradición, aunque fuese pagana. Por supuesto, no faltaron teólogos que en un alarde de marketing invirtieron la cronología, determinando que fueron las Saturnales las que imitaban a la Navidad, pero eso ya da igual. La cuestión es que si bien Julio I instauró la Nochebuena en el año 350, el auténtico creador de estas fiestas tan entrañable, ya en el siglo XX, fue el cine. Y la tele, claro. La cultura audiovisual, en definitiva, que al ser muy visible, es la que expandió la Nochebuena a todos los rincones del planeta, logrando imponerla incluso entre los ateos. Porque el cine es muy exagerado, más todavía que la narrativa, y hasta existe un género de películas navideñas que fijaron para siempre las imágenes de Nochebuena. Exageradísimas, desde luego, muy empalagosas y recargadas. Como esas escenas amorosas, mil veces vistas, en las que los amantes, que todavía no lo son porque se acaban de conocer, se lanzan el uno sobre el otro nada más cruzar la puerta de casa, y presas de un frenesí enloquecido o un ataque de nervios, se arrancan la ropa a mordiscos contra una pared, y etc., etc. No creo que este paroxismo amoroso (esta imagen del amor), le haya ocurrido jamás a nadie, salvo que a su vez hayan visto muchas pelis y lo escenifiquen por el qué dirán. Para no parecer sosos, poco sentimentales y emotivos, lo que sería decepcionante desde el punto de vista audiovisual. Y si el cine logra tal exceso con un mero apareamiento, qué no harán con la Navidad, que es auténtico amor divino. La Nochebuena es esto. Feliz Nochebuena.