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Tang ping significa permanecer acostado, tumbado a la bartola como un ajo tierno, y un proverbio chino muy sabio asegura que «los ajos tiernos tumbados en tierra no hay quien los coseche». Los clásicos literarios chinos están llenos de metáforas y alegorías con ajos tiernos, algunas muy subidas de tono por su erotismo (sobre todo si se les añaden copas de jade y patos mandarines), y conocedor de mi devoción por estos ajos casi místicos, el profesor Bernat, experto en emblemática, lingüística y negocios raros, me informó de que a propósito de ese viejo proverbio, existe en China desde hace un par de años un asombroso movimiento social, de nombre precisamente Tang ping, que preconiza dejar ya de una vez de matarse a trabajar y, como en la novela Los perezosos de Dickens y Collins, donde dos profesionales de la ociosidad procuran no hacer nada, adoptar esa posición tumbada a fin de que nadie te coseche.

Se trata efectivamente de un movimiento revolucionario de resistencia, la variante china de la llamada Gran Dimisión o Gran Renuncia, que empezó en EEUU tras la covid y provocó una desbandada de trabajadores hartos de rendir por encima de sus posibilidades. Pero una variante mejorada, porque los tumbados Tang ping, lejos de la huelga de brazos caídos, están dispuestos a trabajar, aunque sin entusiasmo, sin la menor ambición y sólo el mínimo necesario para sobrevivir. Despreciando toda clase de incentivos materiales o espirituales. No hará falta decir que pertenezco a este movimiento (soy miembro honorario) hace medio siglo, antes de que supiese de su existencia, su maravilloso nombre y su poética relación con los ajos tiernos.

Si triunfa el Tang ping, remedio de todos los males, al fin se podrá vivir en este mundo. El profesor Bernat recomienda leer el extraordinario Discurso de la servidumbre voluntaria, de Étienne de la Boétie, siglo XVI, a fin de afianzar el Tang ping y reforzar la resistencia pasiva. Y añade un aforismo perfecto para tumbarse a verlas venir. «Mirar como un lince hacia otro lado». No en el sentido clásico de no ver lo que está pasando, sino justamente para verlo. Ojo avizor. Porque casi todas las cosas importantes suceden en otra parte.