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El cantamañanas clásico, aunque molesto, era en general un sujeto bastante inofensivo, que como mucho cometía pequeñas estafas, o daba la lata, o resultaba un fisgón y un correveidile. Pero no era demasiado peligroso, porque los verdaderos malvados no iban por ahí galleando, soltando chorradas y contando cuentos. Los cantamañanas, que por cierto cada vez son más numerosos, carecen de fuelle para las canalladas, y aunque se hayan vuelto mayoritarios en ciertas profesiones, pues eso, que de cantamañanas no pasan. ¿Por qué entonces tenemos ahora, como último signo de actualidad, tantos cantamañanas realmente malévolos, que a lo canalla añaden los bocazas? Pues porque en el presente, la era de la comunicación y la propaganda, para casi cualquier cosa hace falta ser un poco cantamañanas, y hasta los cabrones de todo tipo, antaño adustos y lacónicos, gente de acción, deben dominar el oficio de cantamañanas. Sobran ejemplos (políticos, financieros, tecnológicos, incluso intelectuales) de estos malvados reciclados y actualizados en cantamañanas cabronazos, sin que lo uno excluya lo otro, y aunque no pienso citar a ninguno para no recargar la argumentación, basta un telediario para hacerse cargo del fenómeno. Capullos cantamañanas, pero muy malévolos. Y nada inofensivos. Peligrosos de verdad, sobre todo porque no estábamos acostumbrados a esa fusión, y quién más quién menos procura no tomarse en serio a los cantamañanas. Era nuestra única defensa contra ellos; a los cantamañanas, ni caso. Ya no lo es, y convendría fijarse mejor por si se trata de lobos con piel de cantamañanas. Nos urge cambiar de opinión y revisar nuestro concepto sobre esos tipos. Aunque parezca un cantamañanas, y cada vez que abre la boca nos deje estupefactos con sus insensateces, no hay que tomárselo a broma. Puede ser una táctica de comunicación, un ardid para ocultar sus intenciones. El mejor disfraz de un verdadero villano es el de villano de tebeo, uno de esos chalados que quieren adueñarse del mundo. La gente los mira con sorna, no dan miedo. Y zas, a la que te descuidas te aniquilan. Ojo con los cantamañanas políticos, y los tecnológicos. Pongan ustedes los nombres que prefieran. Sobran.